En estos días pienso en los cambios que se han operado en mí en los últimos meses. Puedo intentar pensar que soy igual y que no he cambiado, pero lo cierto es que hay personas que sí se dan cuenta de los cambios, aunque no les gusten.
El cambio puede asustar a todo el mundo, no sólo a uno mismo, no sólo al que lo experimenta, sino también a todos aquellos que comparten las consecuencias. Supongo que ante los cambios de otra persona sólo se puede esperar adaptarse a ellos, o cambiar la propia relación. Lo de cambiar la relación es irónico, al fin y al cabo, es de esperar que cambie la relación entre dos personas que siguen cambiando.
El cambio en realidad parece más ser el estado natural de casi todo en esta vida. Hasta que no te paras a pensar en cosas demasiado pequeñas, difícilmente puedes esperar no encontrar cambios. El lunes mismo suele hacer que las personas cambien de humor, desde su estado mental de descanso del domingo por la mañana, el inicio de cierta desgana el domingo por la tarde, pensando en el trabajo del día siguiente, y el propio inicio del trabajo. Todo cambios, pero algunos de ellos son cíclicos, y quizá ahí resida la diferencia. Los cambios cíclicos son una rueda, se acaban convirtiendo en una rutina cómoda con la que uno puede sentirse seguro. Sin embargo, los cambios que dan miedo son distintos: son cambios que se parecen más a una evolución que a una rutina, y como tal "evolución" implican que las cosas no van a volver a ser como antes.
¿Es esto malo? Depende del cambio, por supuesto. De lo que estoy seguro es de que difícilmente se pueden volver atrás. Dejando a un lado aquellos que son producidos por el propio tiempo (la jubilación, la vejez, etc), los cambios que se producen en la actitud de alguien, en su personalidad, en cómo prefiere pasar el tiempo... Esos cambios son cambios en la propia persona, pero no creo que sean exactamente voluntarios, y por ello no creo que sean controlables ni reversibles. En particular, los cambios que se producen en una persona para ser capaz de adaptarse a unas nuevas circunstancias en su vida, son cambios que no tiene mucho sentido deshacer, ya que las circunstancias no volverán a ser las mismas, y no lo serán porque siempre estará el recuerdo de las nuevas.
Hace un tiempo dejé a mi novia, hubo muchos pensamientos, muchas reflexiones sobre los porqués y los porqué no, y hubo cambios en la rutina diaria: no la veía ni la llamaba como hacíamos cuando salíamos juntos. Ahora hemos vuelto, pero el tiempo que hemos pasado separados no puede desaparecer, ni tampoco los recuerdos de ese tiempo, así que los cambios producidos no pueden volver atrás.
Me hace recordar algo que decía Nietzsche "Lo que no nos mata, nos hace más fuertes". Si eso es así, entonces supongo que es natural que los cambios para fortalecerse no sean reversibles, al menos a través de la voluntad de cambiar. Son los motivos los que importan. La actitud, las emociones, la propia personalidad está influenciada por las decisiones, pero más bien por las consecuencias de las decisiones. Es como si el mecanismo de "realimentación" estuviera en la zona inconsciente de la mente, como si ella fuera la que aprendiera las lecciones de esas consecuencias y adaptara a ello la mente. Por supuesto que pueden cambiarse los actos a través de la voluntad, pero el problema está en la naturalidad. Lo que te sale natural no es fácil de cambiar, sino que tiene que ser un esfuerzo continuo para crear una reacción determinada.
Sé que es posible cambiar actitudes y facetas de la personalidad a través de la voluntad, pero también que tiene un límite. Cuando era más joven era muy introvertido. Me avergonzaba incluso llamar la atención, que se fijaran en mí, incluso para cosas "buenas" como alguna leve alabanza. No sabía como reaccionar ante esas situaciones, y eso hacía que reaccionara de formas extrañas, a veces ni siquiera reaccionaba, otras lo hacía de un modo hostil, para ahuyentar esa atención y volver a vivir en la penumbra de volar bajo el radar. En algún momento decidí que no quería seguir siendo así, y traté de forzarme a cambiar. A cambiar esa actitud, a tratar de reaccionar mejor, a tratar de relacionarme con más soltura... Sé que he cambiado, y que lo he conseguido en cierta medida. También sé que he tardado tiempo, he tenido que dedicarle esfuerzo, y que ha sido precisamente así: "en cierta medida" Los límites del potencial no pueden superarse. (De ser así, los límites no estarían allí)
Supongo que así son muchas cosas en la vida, puedes aprender y practicar, pero las capacidades naturales que tienes definen hasta dónde puedes llegar. Por muchas pesas que hagas no podrás levantar tanto peso como una persona que entrene lo mismo pero cuyo cuerpo tenga mayores capacidades de desarrollo que el tuyo. Por mucho que escriba o dibuje, nunca lo haré tan bien como alguien que tenga talento de verdad. Por mucho que entrene artes marciales nunca pelearé tan bien como otro que tenga mejores dotes de combate y entrene lo mismo que yo. Precisamente porque los límites de cada uno están donde acaba el potencial de las capacidades con las que nació. Intentar ir más allá es como querer cambiar el color de los ojos a fuerza de voluntad.
Podría parecer fatalista, hablando así de la determinación de las capacidades naturales y todo eso, pero en realidad sólo es una palabra de realismo. Y ahora la palabra de realismo optimista: el potencial por sí solo no es más que potencial. Parece obvio, pero piensa un poco más en eso. El potencial es potencial, no es nada. El potencial que tiene tu cuerpo para ser más fuerte no te hace más fuerte, sólo te da ese camino. Llegar al límite de tus capacidades naturales es lo que puedes hacer. No puedes hacer más de lo que puedes (Perogrullo: si has podido llegar a diez es porque podías superar nueve, si no podías superar nueve no has podido llegar a diez) Todos hemos nacido con un potencial para cambiarnos a nosotros mismos. Todos nacemos con límites a cuánto podemos crecer. Por suerte (o desgracia) no tenemos suficiente tiempo en la vida para llegar a los límites de nuestras capacidades (no de todas, al menos), así que no podemos sentirnos tan atrapados. Tenemos los caminos que tenemos y los potenciales que tenemos, pero es como la vida: es cosa nuestra decidir qué camino tomamos, que potencial tratamos de aprovechar, como qué hacemos con el tiempo de vida que tenemos.
Sé que me he desviado del tema del principio, pero la naturalidad es lo que tiene ;-)