viernes, 26 de octubre de 2007

Cambios

En estos días pienso en los cambios que se han operado en mí en los últimos meses. Puedo intentar pensar que soy igual y que no he cambiado, pero lo cierto es que hay personas que sí se dan cuenta de los cambios, aunque no les gusten.

El cambio puede asustar a todo el mundo, no sólo a uno mismo, no sólo al que lo experimenta, sino también a todos aquellos que comparten las consecuencias. Supongo que ante los cambios de otra persona sólo se puede esperar adaptarse a ellos, o cambiar la propia relación. Lo de cambiar la relación es irónico, al fin y al cabo, es de esperar que cambie la relación entre dos personas que siguen cambiando.

El cambio en realidad parece más ser el estado natural de casi todo en esta vida. Hasta que no te paras a pensar en cosas demasiado pequeñas, difícilmente puedes esperar no encontrar cambios. El lunes mismo suele hacer que las personas cambien de humor, desde su estado mental de descanso del domingo por la mañana, el inicio de cierta desgana el domingo por la tarde, pensando en el trabajo del día siguiente, y el propio inicio del trabajo. Todo cambios, pero algunos de ellos son cíclicos, y quizá ahí resida la diferencia. Los cambios cíclicos son una rueda, se acaban convirtiendo en una rutina cómoda con la que uno puede sentirse seguro. Sin embargo, los cambios que dan miedo son distintos: son cambios que se parecen más a una evolución que a una rutina, y como tal "evolución" implican que las cosas no van a volver a ser como antes.

¿Es esto malo? Depende del cambio, por supuesto. De lo que estoy seguro es de que difícilmente se pueden volver atrás. Dejando a un lado aquellos que son producidos por el propio tiempo (la jubilación, la vejez, etc), los cambios que se producen en la actitud de alguien, en su personalidad, en cómo prefiere pasar el tiempo... Esos cambios son cambios en la propia persona, pero no creo que sean exactamente voluntarios, y por ello no creo que sean controlables ni reversibles. En particular, los cambios que se producen en una persona para ser capaz de adaptarse a unas nuevas circunstancias en su vida, son cambios que no tiene mucho sentido deshacer, ya que las circunstancias no volverán a ser las mismas, y no lo serán porque siempre estará el recuerdo de las nuevas.

Hace un tiempo dejé a mi novia, hubo muchos pensamientos, muchas reflexiones sobre los porqués y los porqué no, y hubo cambios en la rutina diaria: no la veía ni la llamaba como hacíamos cuando salíamos juntos. Ahora hemos vuelto, pero el tiempo que hemos pasado separados no puede desaparecer, ni tampoco los recuerdos de ese tiempo, así que los cambios producidos no pueden volver atrás.

Me hace recordar algo que decía Nietzsche "Lo que no nos mata, nos hace más fuertes". Si eso es así, entonces supongo que es natural que los cambios para fortalecerse no sean reversibles, al menos a través de la voluntad de cambiar. Son los motivos los que importan. La actitud, las emociones, la propia personalidad está influenciada por las decisiones, pero más bien por las consecuencias de las decisiones. Es como si el mecanismo de "realimentación" estuviera en la zona inconsciente de la mente, como si ella fuera la que aprendiera las lecciones de esas consecuencias y adaptara a ello la mente. Por supuesto que pueden cambiarse los actos a través de la voluntad, pero el problema está en la naturalidad. Lo que te sale natural no es fácil de cambiar, sino que tiene que ser un esfuerzo continuo para crear una reacción determinada.

Sé que es posible cambiar actitudes y facetas de la personalidad a través de la voluntad, pero también que tiene un límite. Cuando era más joven era muy introvertido. Me avergonzaba incluso llamar la atención, que se fijaran en mí, incluso para cosas "buenas" como alguna leve alabanza. No sabía como reaccionar ante esas situaciones, y eso hacía que reaccionara de formas extrañas, a veces ni siquiera reaccionaba, otras lo hacía de un modo hostil, para ahuyentar esa atención y volver a vivir en la penumbra de volar bajo el radar. En algún momento decidí que no quería seguir siendo así, y traté de forzarme a cambiar. A cambiar esa actitud, a tratar de reaccionar mejor, a tratar de relacionarme con más soltura... Sé que he cambiado, y que lo he conseguido en cierta medida. También sé que he tardado tiempo, he tenido que dedicarle esfuerzo, y que ha sido precisamente así: "en cierta medida" Los límites del potencial no pueden superarse. (De ser así, los límites no estarían allí)

Supongo que así son muchas cosas en la vida, puedes aprender y practicar, pero las capacidades naturales que tienes definen hasta dónde puedes llegar. Por muchas pesas que hagas no podrás levantar tanto peso como una persona que entrene lo mismo pero cuyo cuerpo tenga mayores capacidades de desarrollo que el tuyo. Por mucho que escriba o dibuje, nunca lo haré tan bien como alguien que tenga talento de verdad. Por mucho que entrene artes marciales nunca pelearé tan bien como otro que tenga mejores dotes de combate y entrene lo mismo que yo. Precisamente porque los límites de cada uno están donde acaba el potencial de las capacidades con las que nació. Intentar ir más allá es como querer cambiar el color de los ojos a fuerza de voluntad.

Podría parecer fatalista, hablando así de la determinación de las capacidades naturales y todo eso, pero en realidad sólo es una palabra de realismo. Y ahora la palabra de realismo optimista: el potencial por sí solo no es más que potencial. Parece obvio, pero piensa un poco más en eso. El potencial es potencial, no es nada. El potencial que tiene tu cuerpo para ser más fuerte no te hace más fuerte, sólo te da ese camino. Llegar al límite de tus capacidades naturales es lo que puedes hacer. No puedes hacer más de lo que puedes (Perogrullo: si has podido llegar a diez es porque podías superar nueve, si no podías superar nueve no has podido llegar a diez) Todos hemos nacido con un potencial para cambiarnos a nosotros mismos. Todos nacemos con límites a cuánto podemos crecer. Por suerte (o desgracia) no tenemos suficiente tiempo en la vida para llegar a los límites de nuestras capacidades (no de todas, al menos), así que no podemos sentirnos tan atrapados. Tenemos los caminos que tenemos y los potenciales que tenemos, pero es como la vida: es cosa nuestra decidir qué camino tomamos, que potencial tratamos de aprovechar, como qué hacemos con el tiempo de vida que tenemos.

Sé que me he desviado del tema del principio, pero la naturalidad es lo que tiene ;-)

jueves, 4 de octubre de 2007

La ilusión

Este es un tema algo complicado, bastante más de lo que se podría pensar al principio. ¿De qué depende la ilusión por las cosas?

Hace poco hablaba con una amiga sobre los cumpleaños. Al principio te hace ilusión cuando se acerca ese día, pero poco a poco se puede ir perdiendo. No sé vosotros, pero en los últimos dos años me levanté el día de mi cumpleaños sin recordar que lo era hasta que no me felicitó alguien. Es como si no tuviera importancia, como si no fuera nada destacable. El hecho de haber perdido esa importancia supongo que es lo que hace que se pierda también la ilusión.

De hecho, la ilusión puede perderse por más cosas aún. Hace sólo unos meses dejé a mi ahora ex-novia. ¿Por qué? Podría resumirlo con que yo no había sido lo bastante honesto conmigo mismo, y eso me impidió serlo con ella. Podría hablar más sobre ello, pero sólo he sacado el tema porque el pensar sobre esos problemas son los que me hicieron ir olvidando la ilusión de ser una de las partes en una pareja. Ahora sé cosas que quiero y a las que no quiero renunciar, no son cosas muy importantes en sí mismas, pero sí lo es el hecho de haber estado ignorando (o tratando de ignorar) el hecho en sí, que quiero tenerlas en mi vida. Son sólo cosas, aficiones o deseos, pero siguen ahí. Varias filosofías orientales dicen que el deseo es la causa del sufrimiento, pero creo que la represión también lo es, especialmente la autorepresión, porque actúa dentro de tu cabeza, no puedes escapar a ella. Esa represión causa un conflicto entre lo que eres y lo que intentas ser. Si lo que pretendes es cambiar defectos de ti mismo, que tú consideras defectos, no es represión sino deseo de superación, pero de lo que estoy hablando es de intentar cambiar cosas que en realidad ni quieres cambiar ni tienes porqué.

Tomé decisiones erróneas en aquel momento y por culpa de ello (es decir, por culpa mía) acabé haciendo daño a otra persona. Y entonces te da por pensar que puede volver a ocurrir. Que no tiene sentido volver a intentarlo porque tu propia negativa a renunciar a parte de tu antigua vida impide disfrutar plenamente de la nueva. Y pierdes la ilusión, porque sabes que no puedes tener más de lo que abarcan tus manos (es una metáfora) pero te gustaría.

Y luego sucede algo que vuelve a encender una luz. Es como si te hubieras sentado en la oscuridad, en una esquina, y pensaras en dormir un poco, hasta que se desvanezca la oscuridad o te acostumbres a ella. No es tan malo, claro, porque en la vida hay más de un campo (el trabajo, los amigos, cada afición...) pero dentro de ese campo es la sensación que te da. Y quizá te das cuenta de que hay una luz pequeña cerca de ti. Puede que no dure mucho, pero eso no lo sabes, y lo que cuenta es que algo ha cambiado, y vuelve a haber algo de ilusión.

De todos modos, aún con ilusión, cautela. Al fin y al cabo, una vela también se apaga si la tratas sin cuidado. La ilusión es como un reclamo que nos llama, pero es la mente lo que nos permite avanzar sin caernos.

Es otro elemento más al que prestar atención en la vida.

Cuidáos.

jueves, 13 de septiembre de 2007

La lealtad

Últimamente pienso en la lealtad como algo que sobre todo debes tener contigo mismo. Creo que cuando te enfrentas a ti mismo y a tus ganas de esconderte, de escurrir el bulto, cuando ganas, te sientes más cómodo. Es como si hubieras estado escondiéndote por los rincones, doblado bajo el peso del miedo a aceptar tus errores.

Conozco personas que dicen que aceptan sus fallos, pero más que aceptarlos, presumen de hacerlo. Nunca nombran los fallos que cometen, si nombran alguno no es uno de los que han cometido sino una excusa para presentarse como víctimas de las circunstancias o de otras personas y sus exigencias. Este tipo de persona es el tipo que no se atreve a hablar honestamente consigo misma, pero es peor todavía, porque quizá ha llegado a engañarse lo suficiente como para no hablarse seriamente y creer que sí lo hace. Creer que sí es valiente. Las personas que no se autoexaminan por temor a lo que puedan encontrar, las que saben que no lo hacen pero lo evitan y tratan de no pensar en ello, al menos tienen más fácil el poder llegar algún día a hacerlo. Cada persona debe tomar sus propias decisiones, pero si no eres lo bastante leal a tus opiniones y tus sentimientos eso puede llevar a problemas. En primer lugar, tomarás decisiones que en realidad no quieres tomar sólo porque no sabes lo que quieres. En segundo lugar, puede que algún día sí seas fiel a ti mismo y trates de echar la culpa de tu anterior infidelidad sobre los demás, lo cual no sólo es injusto sino que es volver al camino de autoengaño y automartirio que en otras personas he visto. En tercer lugar, y ya menos grave, está el problema de retomar decisiones. De corregir decisiones que no debiste hacer. No digo que no hayan merecido la pena, en particular he cometido algún error en cuanto a conocerme a mí mismo que ha costado tiempo y lágrimas tanto para mí como para otra persona especialmente querida, pero aún así no lamento la decisión que tomé, porque han sido los años más felices que he vivido.

Probablemente pienses que cuando digo que hay que tener lealtad hacia uno mismo estoy descuidando a los demás, y promulgando el egoísmo como filosofía y modo de vida, pero lo cierto es que pienso que siendo leal a tus propias decisiones, a ti mismo, siendo honesto contigo mismo, es la única forma en la que puedes ser honesto con los demás. Si te intentas engañar a ti mismo ¿piensas que esos engaños no influirán en los que te rodean? Por otro lado, cuando te eres fiel a ti mismo hablas como piensas, eres sincero con los demás porque te aceptas de un modo tan completo que no te preocupa tanto cómo te vean las personas de tu alrededor. Quienes quieran estar contigo estarán contigo tal como eres porque eres tal como te muestras y tal como te ven, los que no quieran estarlo, bueno. ¿Por qué ibas a obligar a alguien a que te aprecie cuando no lo hace? Ni siquiera digo cosas como "ellos se lo pierden", porque no están perdiendo sino eligiendo. Y eligen lo que quieren hacer. Y si no, bueno, entonces es que hay algo en lo que se engañan a sí mismos, y por mucho que te lo digan, nadie puede cambiarte salvo tú. Tú decides, como siempre.

Lealtad también significa que eres responsable de lo que haces, de lo que dices y de lo que piensas. Pero el primero ante el que eres responsable, eres tú mismo. Si tú te traicionas a ti mismo no sólo perderás tiempo (y el tiempo es vida), sino que otros lo perderán. Tendrás relaciones que no son lo que querrías que fueran y los demás tendrán relaciones basadas en las mentiras que tú mismo te cuentas.

No te tomes esto de forma personal, no digo que tú lo hagas. Además, si lo haces, es cosa tuya. Si estás leyendo esto, y no eres honesto (u honesta) contigo mismo, entonces puede que te sirva como una llamada de atención o puede que no te sirva para nada más que quizá para sentirte incómodo. Supongo que cuando estás preparado para aceptar ciertas cosas es cuando las aceptas, y no antes.

En fin, voy a dejaros ya por ahora. Si tenéis cosas que decirme, ya sabéis cómo hacerlo.

Cuidaos mucho.

domingo, 9 de septiembre de 2007

Remordimientos

Es normal mirar al pasado, todo el mundo lo hace. Incluso puede ser bueno. Sin embargo, los remordimientos...

El remordimiento es el lamentar haber realizado una mala acción, haber tomado una mala decisión, etc. El remordimiento no tiene utilidad. Es la seducción de autoculparse, de buscar motivos para dejar de confiar en uno mismo, para creerse más débil de lo que eres. ¿Por qué alguien querría creerse más débil de lo que es? De las personas fuertes se espera que se enfrenten y venzan a los problemas, y si no lo hacen reciben desprecios, malas miradas, etc. Pero los débiles pueden escudarse en su debilidad. El propio pensamiento de "pero si ni siquiera fui capaz de hacer aquello ¿cómo alguien podría esperar que hiciera esto?", ese, es el que nos debilita. Nos acostumbra a la idea de ceder al desánimo, de no luchar contra nuestras dificultades.

Estoy de acuerdo en que luchar contra las dificultades sólo por ellas no siempre es sano. Imagino una persona con algo de vértigo o algo de miedo a las alturas, que empieza a escalar y que sigue escalando en gran medida para vencer ese miedo. Me parece adecuado. Pero no me lo parecería si tuviera un vértigo pronunciado o una fobia importante, porque estaría exagerando y poniéndose en peligro de forma innecesaria. Es sólo paso a paso como se avanza. Si tropiezas cuando caminas puedes rasparte las rodillas y las manos, pero difícilmente vas a romperte un hueso. Si tropiezas cuando corres a toda velocidad... Seguro que sabes a qué me refiero. Descubres las cosas que no te gustan en ti mismo y piensas si puedes aceptar que sigan ahí, o estás dispuesto a trabajar para quitarlas. Y si quieres quitarlas, poco a poco, un escalón por vez.

Creo que es bueno luchar contra las dificultades, pero para ello debes tener confianza en superarlas. Si piensas "no voy a dejarme desanimar por esto" probablemente es que ya sientes el desánimo. No digo que sea un fallo, digo que puede servir como señal de alarma, reconocer que ya te está afectando negativamente y no ignorar ese hecho ni fingir que no existe, sino luchar contra él. Combatir ese desánimo a base de crear confianza y poder pensar "¿Ves? No había tantos motivos para desesperarse" Y crear confianza suena fácil, pero es más complicado hacerlo. Al principio es atreverse con las cosas con las que casi no te atrevías, las que te ponían lo bastante nervioso como para no hacerlas pero no lo bastante como para no atreverte con un esfuerzo. Y empiezas a tomar esos pasos y a ver lo que pasa, y a analizarlo con frialdad. A veces fallarás porque estabas equivocado en la acción, en el modo de llevarla a cabo o en lo que sea, pues analiza ese fallo, busca qué cosas lo han hecho inadecuado, y corrígelas para la siguiente vez. De ese modo puedes ir construyendo confianza. Es lento y difícil, pero muchas situaciones que encuentres en la vida serán lentas y difíciles. Si fuera fácil ya lo habrías hecho.

El problema es que la confianza puedes perderla, y a eso contribuyen los remordimientos. Los remordimientos acaban ahogándote si les dejas, así que no puedes dejarles. Considera la causa del remordimiento. Esa mala acción, esa mala decisión. Cuando lo hiciste ¿realmente sabías que estaba mal? ¿O te enteraste después? Muchas veces se oye decir "Si lo hubiera sabido, no lo habría hecho" Una acción de la que puedas honestamente pensar eso, es una acción que no merece remordimiento. Las acciones que pueden merecer remordimiento son las que tomas sabiendo que tienes una opción mejor. Y en esos casos el remordimiento sólo debes usarlo para enseñarte a ti mismo que la próxima vez debes hacer lo que creas que es mejor. Si escoges otra cosa, que sea por algo, aunque sea una razón emocional de "no me atrevo". Si no te atreves, entonces no eres capaz. Conviértete en capaz o aprende a vivir con tu incapacidad. Esas son las opciones que tienes.

En conclusión, el remordimiento es un lastre. Acepta los errores que cometes, pero no te tortures por ellos ni dejes que se conviertan en un fardo que te enlentezca: aprende de ellos y sigue adelante. Eso es aprender. Eso es la vida.

sábado, 1 de septiembre de 2007

Miedo

Para empezar con lo que dice la RAE, el miedo es una "Perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario". Que maravillosamente frío, ¿verdad? Parecen científicos analizando la estructura de una nueva especie de insecto. Y sin embargo, están acertados, sólo que se puede hablar más del miedo.

No hace demasiado, leí en un libro ("En Busca de la Felicidad", de Eduardo Punset) que el ser humano es el único animal capaz de estresarse imaginando una situación estresante. Supuestamente los demás seres se estresan cuando sienten el peligro, pero no cuando lo imaginan. El estrés, de hecho, es una tensión psicológica que es dañina para la salud tanto mental como física.

La línea entre mente y cuerpo se va difuminando con el tiempo, y se han hecho ya experimentos que indican que el estrés disminuye las capacidades defensivas del cuerpo. Es decir, que una persona estresada tiene más posibilidades de caer resfriada que otra que esté tranquila, y le durará más la enfermedad. Probablemente el resto del metabolismo también se ve afectado negativamente por esa tensión, a algunas personas les impide descansar bien, lo que significa que empiezan cada día cansados de antemano, rinden menos, se concentran menos, etc.

No hace mucho, puede que en uno de estos periódicos gratuitos que dan en el metro, leí que habían disminuido las bajas por enfermedades físicas pero habían aumentado las producidas por enfermedades derivadas del estrés. Las estadísticas siempre hay que analizarlas para entenderlas, así que puede que parte de esa subida sea que ahora esas enfermedades se investigan y se reconocen más que hace unos años, pero por algún motivo pienso que no sólo es esa la causa de la subida.

La vida siempre ha sido dura, pero quizá una parte de la culpa de ese estrés sea el hecho de que el mundo se va acelerando. A pesar de que ahora hay más tiempo de estudio antes de incorporarse al mundo laboral (al menos en países "desarrollados"), se quieren obtener mejores resultados en menos tiempo. Ascensos, aumentos de productividad, horas extras para pagar antes el piso, el coche, etc. Y cuanto más se sube en la jerarquía de una empresa, descubres que más responsabilidad tienes. Y la responsabilidad se paga. Para empezar, la pagas tú con tu tiempo y tu mente. Un agricultor puede estresarse por la posibilidad de que haya una helada y el trabajo de todo el año se vaya al infierno, y no hay nada que pueda hacer más que desear que no ocurra. Eso es más duro que el trabajo de oficina, sólo que el agricultor normalmente no tiene la nevada en su cabeza con tanta frecuencia como el oficinista la fecha de entrega de un informe.

Recuerdo que vi hace algunos años un documental sobre cómo enfrentarse al estrés en el campo laboral. Uno de los consejos que daba era preguntarse "¿Qué es lo peor que puede pasar?" Supongo que más de uno puede pensar que una bronca, el ser conocido para los jefes como alguien que ha fallado (otra) vez, un futuro "reajuste de personal" (un eufemismo fantástico, ya hablaremos de eufemismos en otro momento), etc. Quedarse sin trabajo con todos los gastos que tiene una persona normal sin hijos ya es una putada. Si tienes hijos, es lógico que tengas más miedo. Pero ese mismo miedo es una traba. Algunos (y ya he conocido alguno) dicen que el miedo es un mecanismo de defensa, que es lo que hace que la cebra corra más rápido delante del león. Pero el mismo miedo es lo que hace que un ciervo o un conejo se queden helados mirando los faros del coche que va a atropellarles. Y es el mismo que congela a una persona cuando ve un arma apuntándole. Ese miedo no está ayudando a su conservación, así que lo menos que podemos suponer es que es un mecanismo que necesita perfeccionarse muchísimo.

El miedo es algo que te paraliza. Te provoca estrés, que te hace perder tiempo en imaginar las horribles consecuencias de lo que sea que te esté provocando ese miedo. Una cosa es reconocer el riesgo, el peligro, los problemas, lo-que-sea y otra distinta es vivir bajo ellos. Necesitamos desarrollar la capacidad de enfocar nuestra atención sobre las soluciones (o la búsqueda de solución) más que sobre los problemas. Eso es difícil, por supuesto. Como dice mi profesor, "la vida es difícil". ¿Por dónde empezar? Tranquilizando la mente. Esforzándose en apartar los pensamientos de los problemas, alejar la percepción y pensar en ello como si fueran los problemas de otra persona. De ese modo nos podemos sentir menos presionados por ellos. Por supuesto, el que estas soluciones funcionen o no depende de la persona, y de la situación. Por ejemplo, en los últimos años he sentido estrés en un par de situaciones en el campo emocional, pero no en el campo académico ni laboral. Supongo que la confianza en el resultado tiene bastante que ver, y la experiencia en situaciones parecidas también (como todo en la vida) Probablemente si el resultado no te importa demasiado también es difícil que sientas miedo.

Por supuesto, a veces el miedo es imposible de evitar. Pero podemos hacer lo posible para que se parezca más a cautela que a miedo. De ese modo podemos valorar igualmente el precio a pagar por poner en práctica una decisión (ya escribí sobre las decisiones y sus precios hace poco) y ser capaz de valorarla. Pero ¿por qué ese miedo? Quizá no estamos seguros de poder llegar hasta el final, quizá estamos arriesgando algo que tenemos por la posibilidad de otra cosa. Cada persona y en cada situación debe valorar eso. No hay una respuesta fácil. No siempre es "adelante" y no siempre es "quédate quieto". Hay que valorar las posibilidades de éxito que tienes, pero con honestidad, intentando que no hable tu miedo, ni un exceso (o falta) de confianza. Ser honesto con uno mismo es algo que muchos, creo, debemos aprender. Me incluyo porque seguro que aún queda algo en mí que no conozco realmente. Algunas cosas que cambiar.

Dejando para más adelante el tema de la auto-honestidad y volviendo al del miedo, tenemos que considerar que el miedo es un precio que va a añadirse a todos los precios que tengamos que pagar, tanto por cambiar como por no cambiar. Se sumará a todas las decisiones que tengamos que hacer y eso nos hará más difícil escoger entre ellas. Será más fácil hacer como los niños que oyen un ruido en el armario: taparnos la cabeza con la manta. Y eso es algo que no creo que podamos permitirnos, aunque es cada uno el que debe tomar la decisión y decidir cuánto miedo quiere aceptar en su vida.

Reconoce que estás viviendo todo lo que haces, lo que te gusta y lo que no (y volveríamos a lo de buscar qué y cómo cambiar lo que no te gusta de tu vida) porque es tu vida. Es tu derecho y en cierta medida tu deber. Es tu deber tanto como opines que tu vida es tuya. Prepárate mentalmente para aceptar las consecuencias de lo que haces y lo que dices. Y di y haz lo que debas. Y date cuenta de que no digo "di lo que quieras decir" porque habrá momentos en los que decir lo que quieras tiene consecuencias que no querrás aceptar. Más bien sería algo como "di lo que decidas decir", pero es una forma de resaltar que debes ser consciente de que es tu decisión. La precaución es adecuada, la cautela es adecuada, pero el miedo no. Si puedes librarte de la causa de tus miedos, hazlo. Si no, intenta librarte del miedo en sí.

Seguro que piensas que hablo mucho, pero que en realidad no tengo ni idea ni sé lo difícil que es. Sé lo difícil que es. Y también sé que a veces es difícil y lento darse cuenta de todo esto. Por eso lo escribo. Quizá ayude a alguien a darse cuenta de lo que el miedo está haciendo con su vida, de lo que la está lastrando, y quizá, sólo quizá, esa persona empiece a moverse para vivir con más plenitud. Vivir plenamente no es tener una vida tremendamente apasionada, agitada, sin descanso, hasta que el cuerpo, el alma y la mente cedan al torbellino de emociones y experiencias y se quiebren, dejando paso a lo que sea que ocurra con las personas al morir. Vivir plenamente es saber que estás viviendo tus decisiones, sentirte que eres tan amo de tu vida como puedes ser, porque no nos engañemos, nunca seremos amos por completo de nuestra vida, pero el miedo no estará lastrándonos.

Es más fácil decirlo que hacerlo, pero antes de poder hacerlo cada persona debe decírselo a sí mismo. Vive sin miedo. Vive. Preocúpate por los problemas, las decisiones y las consecuencias; piensa, planifica, improvisa. No abandones la responsabilidad, sólo el lastre del miedo, que no añade nada bueno a tu vida.

Sé feliz. Tu vida es tuya. Tienes derecho a buscar tu felicidad.
Suerte a todos.

jueves, 30 de agosto de 2007

Edad y razón

La edad, en mi opinión, tiene al menos tanto de mental como de físico. El paso del tiempo y las experiencias de una persona son lo que forjan su mente, su madurez. Podemos verlo cuando pensamos en nuestros propios padres. En general, podemos encontrar muchos que tuvieron hijos (nosotros) a una edad más temprana que la que nosotros esperamos tener cuando nazcan nuestros hijos. O se casaron antes, o empezaron a trabajar antes, o se fueron antes de casa. Aunque sea porque las cosas han cambiado, porque las posibilidades no son las mismas, o las necesidades son diferentes, lo que es cierto, no es menos cierto que esas diferencias en la trayectoria de sus vidas han influido sobre su madurez y su velocidad de maduración.

Por supuesto que no es sólo la necesidad la que hace que las personas empiecen a "comportarse como adultos", hay algo en nuestro interior que se va cansando de la frivolidad de la juventud y trata de hacernos pensar en cosas más estables, más importantes, más grandes, más duraderas. Más responsables. Quizá sea un instinto para ayudar a la conservación de la especie, a partir de cierto momento empieza a tratar de construir las bases para una relación entre miembros de distinto sexo (no voy a hablar ahora de monogamia o multigamia, pero probablemente llegue en el futuro) y a la cría de su descendencia.

De todos modos ¿qué significa comportarse como adultos? Para los niños, es "comportarse como ellos", sus padres, sus profesores... Para los adultos, "comportarse como nosotros". Si tuviera que decir algo, probablemente sería que los adultos deben comportarse con responsabilidad. De hecho, a nivel legal y, en bastantes ocasiones, social cuando se considera adulto a alguien es cuando se le considera plenamente responsable de sus actos, buenos o malos. Mientras es niño los castigos están atenuados porque "es una chiquillada", "los niños son así", etc, y en realidad no tendría sentido castigar a un niño del mismo modo que un adulto porque un niño no tiene la misma consciencia de haberse comportado mal (y del porqué está mal)que un adulto. Esa consciencia la irá desarrollando con los castigos y regañinas que reciba cuando actúe mal y los premios y felicitaciones cuando lo haga bien. Es tan importante lo uno como lo otro, el palo y la zanahoria, para desarrollar consciencia de los dos extremos morales que habrá en nuestra vida. Hay cosas que serán buenas, malas o que no tendrán importancia moral, y cualquier posición entre ellas. Si sólo castigamos, entonces la percepción del niño será que hay cosas que no importan y otras que te traen problemas. Si sólo premiamos, tampoco tendrá una noción adecuada del mal, porque no percibirá cuándo algo es malo.

En el mundo actual, el mundo que vivimos y que contribuimos a evolucionar (o involucionar), se da más claridad a los castigos que a las bonificaciones, aunque están ahí. Un trabajo bien hecho puede hacer que los jefes te consideren para un ascenso, pero mentalmente funciona mejor un "has hecho un buen trabajo" cercano en el tiempo (y el ascenso después, no sólo de psicología vive el hombre) para que al cerebro le sea fácil relacionar el esfuerzo que ha desarrollado con la felicitación o la alabanza. Por supuesto que si llega el ascenso intelectualmente la persona sabrá que lo ha hecho bien, pero inconscientemente no está relacionando los dos hechos, su esfuerzo y su trabajo. Además, siempre es agradable que reconozcan tu esfuerzo como algo con valor en sí mismo.

Con todo, lo cierto es que vemos menos zanahorias que palos, parece que el mundo de los adultos no es muy acogedor, y la mayoría de los adultos que conozco dicen que hay que aprovechar la niñez, porque es la mejor época. Y a pesar de lo duro que pueda resultar ser (comportarse como un) adulto es otro esfuerzo que queremos que los demás aprecien. ¿En qué forma? En que percibamos que los demás nos tratan como a adultos.

¿Qué es "tratar como a un adulto"? Por ejemplo, que nuestras opiniones sean razonadas, si razonamos una opinión y tenemos razón, que al menos escuchen nuestras razones, y a ser posible, que acepten que tenemos razón. Si estamos equivocados, que escuchen nuestras razones, que nos den las suyas, que se establezca un diálogo en el que todas las partes sean capaces de escuchar los argumentos de los demás y los sotengan o traten de debilitarlos, pero siempre de forma razonada.

Los padres (entre otros adultos) a veces tienen la mala costumbre de no escuchar los argumentos de sus hijos (los padres en particular pueden considerar niños a sus hijos aunque se acerquen más a los treinta que a los veinte). Los niños están comprobando cómo es razonar algo, si se les dice que sí o que no sólo para quitarnoslos de encima no conseguiremos que dejen el tema, conseguiremos que dejen de intentar razonar con nosotros. He dado clase (de judo) a niños pequeños y puedo asegurar que mucho más que la clase de judo era más importante para mí escuchar sus razonamientos. Y creo sinceramente que para ellos también era importante. He visto a niños de cuatro a ocho años razonar con tanta inteligencia como adultos, y con más calma que algunos. Por supuesto, había ocasiones en las que les faltaba información y llegaban a conclusiones erróneas. Por ejemplo, supusieron que si yo no estaba casado entonces estaba separado, porque los adultos que conocían (y yo era un adulto porque tenía barba) estaban casados o separados. Pero el hecho de que se equivocaran no dependía de su capacidad de razonar sino de su conocimiento. Y pedirles su opinión, preguntarles el porqué de esa opinión y escucharles con atención (y responderles, confirmándoles, negándoles o dándoles nueva información) es la actividad que con más placer recuerdo de esas clases. Si los niños perciben que su capacidad de razonar es valorada y les sirve para que los adultos les hagan caso (algo que quiere todo niño) ellos empiezan a valorar su propia capacidad de razonar, la intentan utilizar más, la intentan desarrollar. Y eso les servirá más cuando lleguen a la edad adulta.

Cuando digo que hay que valorar las opiniones de los niños (y ya he conocido a adultos que me han salido con estas) no me refiero a que se les de la razón aunque no la tengan. Hay que tratarles con honestidad. Si tienen la razón, se les debe dar, y si no la tienen se les debe razonar el porqué, pero es más difícil que con un adulto: cuando discutes con un adulto te preocupa quién lleva la razón, pero al discutir con un niño lo que debe preocuparte es el efecto que esa discusión vaya a tener. No es malo para un niño no tener razón o equivocarse en un razonamiento. Es malo que no se acepten sus argumentos como algo merecedor de ser tratado, que no se acepten sus opiniones como algo merecedor de ser considerado, que se le de la razón para quitartelo de encima (es comprensible, acabas de llegar del trabajo y estás agotado) ni se le rechace con frases como "he dicho que no y ya está bien, vete a jugar a tu cuarto" El objetivo de una discusión con un niño es darle nuevos datos que hagan, a ser posible, que él mismo razone una nueva conclusión. Puede que haya cosas que un niño no pueda entender, pero eso no es excusa para no intentar explicárselas. Intenta explicárselas y él mismo puede acabar diciendo que no las comprende, entonces consuélale y dile que dentro de algo de tiempo lo comprenderá. No se debe tratar a nadie, adulto o no, como si no supiera nada, como máximo, como si no supiera lo suficiente.

En cuanto a la edad, en una relación de pareja también puede ser importante. Especialmente si se le da importancia. Tarde o temprano va a haber discusiones, pero esas discusiones nunca deberían terminarse con frases como "tú no sabes todo sobre este tema, así que cállate" Y si tu pareja (o un amigo, o cualquier adulto) intenta terminar una discusión así, dile "pues explícamelo." De ese modo seréis dos para buscar una solución, no uno.

Fijaos en lo que he dicho en el párrafo de antes. "Especialmente si se le da importancia" Tú puedes tener diez años más que tu pareja, pero si ambos os tratáis como adultos, es decir, como personas capaces de razonar y entender, entonces esos diez años sólo tendrán influencia en el tema físico (todos sabemos que el cuerpo de un hombre de 50 no funciona igual que a los 40) pero no en el mental, que es lo que más va a importar a la hora de vivir en pareja, y de hecho para vivir en sociedad.

Todas las personas son personas, algunas son mejores que otras (ya hablaremos algún día sobre el bien y el mal y ser mejor o peor) y a algunas las queremos tener más cerca que a otras. O dicho de otra forma, estamos más dispuestos a pagar el esfuerzo de estar cerca de algunas personas que de otras.

Lo que en definitiva quiero decir con todo esto, es que tanto a los niños como a los adultos, tanto a nuestras parejas como a nuestros compañeros de trabajo (jefes o subordinados), a todos tenemos que tratarles como a personas, como a seres con capacidad de razonar, y recordar que todos tienen sentimientos (salvo los sociópatas, pero ya hablaremos de ello en otra ocasión, son peores que animales) Todas las personas necesitan sentirse valoradas tanto laboral como socialmente, y puede estar en nuestra mano ayudarles a ello sólo con expresarnos con educación, honestidad, sinceridad, y escuchando, soportando o rebatiendo sus argumentos.

La palabra es algo que no es exclusivo de los humanos (todos los animales se comunican entre sí de un modo más o menos elaborado), pero es con los humanos con quienes debemos entendernos, así que usemos nuestros métodos de comunicación para comunicarnos de forma efectiva y de forma que las personas de nuestro alrededor mejoren como nosotros mismos queremos mejorar. Si valoramos a los demás, los demás nos valorarán como "una persona con la que se puede hablar, inteligente, honesta, clara"

Valorad los pensamientos de los demás. Algunos puede que no lo aprecien pero ni les dañará a ellos ni a nosotros; los que sí lo aprecien mejorarán vuestra vida.

domingo, 19 de agosto de 2007

El precio de las decisiones

Hace poco estaba hablando con unos amigos a cuento de las dudas que tenía una de ellos sobre en qué trabajar, qué estudiar, si seguía estudiando...

En general, estoy seguro de que muchos de nosotros hemos encontrado personas que han querido llevarnos por un camino u otro basándose en sus propias experiencias, sus propios aciertos o sus propios fallos. En este caso, el de los estudios y el trabajo, mucha gente opina que una carrera universitaria es un buen futuro, y que cualquiera debería intentar sacarla porque te da más opciones de conseguir un buen trabajo. Hay un estudio de la fundación Conocimiento y Desarrollo acerca de eso. En breve, dice que dentro de la población, las tasas de paro son cerca de un 7% para los que tienen una carrera y alrededor del 10% para los que no. La tasa de actividad (si alguien sabe qué significa esto, por favor, que me lo diga) era de un 82% para los universitarios, un 67% para los que sacaron las Secundaria y un 30% para los que sólo tenían primaria. Por otro lado, la pasta, es de un 40% más de sueldo si tienes carrera que si no.

Parece que sí da más oportunidades de trabajo y dinero. Ahora las trampas: 1. el estudio es de 2005; 2. Hay más gente sin carrera que con ella, con lo que hay más probabilidades estadísticas de tener trabajo, pero la mayoría de la gente trabaja sin tener carrera; 3. El universitario se pasará unos cinco años haciendo su carrera (siendo buenos, la media estará más cerca de seis o siete), ese tiempo lo pasa trabajando, ganando experiencia y cobrando el que no va a por la universidad; 4. el dinero que cobra un universitario recién salido no se diferencia tanto de otros sueldos a no ser que tenga suerte y/o sea una lumbrera, la diferencia la dan los que tienen años de experiencia a sus espaldas.

De todos modos, la pregunta más importante, en mi opinión, es si necesitas una carrera para el trabajo que quieres realizar. Tienes que pensar primero en tu futuro, imaginarte en él y encontrar una imagen en la que estés a gusto. A menos que seas rico desde joven (y eso es cuestión de suerte o nacimiento) vas a trabajar como el 30% de tu vida (y en dormir, comer, transporte y demás necesidades se irá otro 45%) así que es importante que estés a gusto con lo que haces para ganarte la vida. Claro, es difícil decidir cuando no tienes ni veinte años y no conoces nada fuera del instituto, pero de lo que pretendo hablar no es de la toma de esa decisión, sino de ser consciente de que decidas lo que decidas, hay un precio que pagar. Si decides seguir estudiando pagarás ese tiempo, ese esfuerzo y el dinero que te cueste seguir estudiando; si decides ponerte en trabajar tendrás que pagar el precio de saber que, si las cosas siguen como hasta ahora, dentro de cinco años no cobrarás mucho más que ahora. Mirando ofertas dentro del campo de la programación (y pidiendo ingeniería en informática) a un recién salido le pueden ofrecer entre 15000 y 18000 euros anuales (brutos, claro), con tres años de experiencia son a partir de 24000. ¿Qué has sacrificado por ello? ¿unas 50 horas semanales dedicadas a la universidad, entre clases y estudios, durante siete años? El premio puede merecer la pena, pero recuerda que el precio lo pagas antes. Y el precio también debe entrar dentro de tus consideraciones.

Hasta ahora he hablado de trabajo y estudio, pero en la vida te encontrarás con que tienes que tomar otras decisiones, cada una con sus precios. Casarte o no, volver a las clases o seguir trabajando como hasta ahora, cambiar de amigos, de barrio, de novia/o, de casa... Incluso la decisión de no hacer nada tiene un precio, y es no cambiar. No cambiar durante el tiempo que sigas con esa decisión. Si estás dispuesto a pagar el precio, decides. Si te desespera pensar en tomar tantas decisiones, en pagar todos esos precios, si prefieres cortarte las venas antes que vivir una vida semejante, en primer lugar recuerda que en la vida habrá premios. La carrera no es sólo estudiar, sino conocer gente, pasar buenos momentos y alegrarte al descubrir que has aprobado un examen. Trabajar también tiene sus satisfacciones, e incluso dejar a tu novia (o que te deje) puede ser algo bueno (si no ibais a ser felices juntos, mejor dejarlo ahora que vivir infelices más tarde y durante unos años)

Piensa lo que quieres, piensa en el precio y toma una decisión. Y luego, síguela y adáptate a lo que descubras en cada momento. Cada momento puede cambiar las circunstancias, y cada cambio puede justificar otra decisión. Vive y busca tu felicidad, porque no es tu derecho sino tu deber, para ti y la gente que te quiere.

Por cierto, cuando hablé del suicidio dije "en primer lugar". El segundo lugar es que la decisión de suicidarte también tiene su precio. Nunca serás más que ahora (y dejarás realmente jodida a la gente que te quiere, piensa en esa responsabilidad)

Una última vuelta de tuerca: hay una parte del precio de decidir que puede que no hayáis visto: la posibilidad de equivocarse. Que os divirtáis.

lunes, 13 de agosto de 2007

Decisiones

Las decisiones que tomamos a veces parecen parte del destino ¿verdad? Cuando pienso sobre ello, me da por pensar que en realidad el destino no es más que las múltiples causas que nos llevan a decidir algo. Hay niños que nacen más despiertos que otros, más despistados, más valientes, más cobardes... Es la semilla de la persona. A partir de ahí, van desarrollándose, les pasan cosas, y la personalidad que tienen en ese momento les hacen tomarse las cosas de un modo u otro, lo que cambia la personalidad que tenían de un modo u otro. Para cuando llega el momento de tomar una decisión, la toman de acuerdo con su personalidad, con cómo son en el momento de tomarla, y las consecuencias que ello tenga volverán a cambiarles, afectando a futuras decisiones.

No todas las causas están dentro de uno mismo, claro. A veces estás afectado por las decisiones que toman otros (según sus propias personalidades, vivencias, etc), pero también hubo causas para que esos otros estuvieran allí. ¿Entendéis a qué me refiero? Cuando empiezas a pensar así, la vida parece una enorme red de puntos en movimiento, con roces entre sí, con trayectorias distintas y con tantas causas que es inaprensible para una mente humana (al menos para la mía) el detectar todas esas causas por cada una. Sin embargo, el saber que es así, es como empezar a mirar algo por un microscopio, un papel, por ejemplo, y ver las fibras que lo forman, el brillo irisado que tienen, y luego darse cuenta de que ese brillo irisado que ves por el microscopio, cuando lo ves desde lejos (con tus ojos normales) como lo ves es blanco. Sabes que lo ves blanco porque esa luz de distintos colores que emite cada fibra se combina para formar luz blanca y es esa luz la que llega a tus ojos. Por mucho que pienses que en realidad ese color blanco lo forman un montón de colores distintos (ninguno de los cuales es blanco) lo cierto es que a ti, en tu día a día, te basta con saber que ese papel está en blanco y puedes escribir algo en él. Lo mismo ocurre con las causas de las decisiones en la vida. En el día a día lo que te importa es que algunas dependen de ti y otras no.

En cuanto a eso, las que no dependen de ti, pues bueno, no dependen de ti al fin y al cabo. Tienes que actuar sobre las que dependen de ti, porque ellas son las que van a formar tu vida (y afectarán a las vidas de los demás) La responsabilidad de decidir es tuya, y si te dejas llevar por los demás, es decisión tuya el vivir con las decisiones de otros. Parece que nunca se acaba la responsabilidad sobre la propia vida ¿verdad? En realidad es algo más fácil que eso, y más difícil también. Tienes que saber ver la situación en la que estás, descubrir qué es lo que no te gusta, lo que quieres cambiar, encontrar formas de cambiarlo, escoger una de esas formas, llevarla a la práctica y saber que vas a tener que vivir (sufrir, disfrutar) las consecuencias de esa decisión, de ese cambio en tu vida. Y ni siquiera es tan fácil como esperar o buscar una ocasión de cambiar lo que no te gusta en tu vida, porque hay cosas que no tienen ocasión para que la busques o la encuentres. Tienes que crearla. O la ocasión es cada momento de tu vida, si quieres verlo así.

Y luego están las decisiones que tomaste demasiado tarde, las decisiones que te equivocaste al tomar y las decisiones que exigen tiempo y paciencia. Éstas, por ejemplo, puede ser tan simple como el dinero. Si me permitís que me ponga a mí mismo como ejemplo, cobro menos de lo que me gustaría (qué sorpresa, como todos ;) ), pero soy consciente de que es así porque prácticamente acabo de empezar a trabajar en lo mío, en informática y como licenciado. Tengo que acumular tiempo de experiencia antes de que alguien esté dispuesto a pagarme más. Hay que aceptar cosas así en la vida.

Otras decisiones las tomaste y te equivocaste. Si tomaste una mala decisión y descubriste que era mala cuando te enteraste de nuevos datos que antes no conocías, entonces deja de considerarla una decisión errónea. No tenías esa información, no tenías modo de tomar la decisión correcta en el momento en que lo hiciste porque no tenías todos los datos. (Los motivos por los que no los tenías podían estar o no bajo tu control o ser producto de otras decisiones tuyas, eso es algo que podéis analizar vosotros y para cada caso) Con decisión errónea me refiero a esas decisiones que tomaste sin pensar, decisiones que no tenían objetivo. La mayoría de la gente con la que he hablado que fuma, y que lamenta haber empezado a fumar, dice que empezó porque alguien le ofreció una vez y dijo "sí, por qué no" y luego se fueron aficionando. Como la primera raya de coca (según me han contado, personalmente paso más de drogas duras que de tabaco y blandas. Salvo el alcohol, que unas cervecitas de vez en cuando...), la primera la disfrutas. Si no fuera agradable no habría tanta gente enganchada. Y parece que no ha pasado nada, así que sigues. Y al final te das cuenta de que todo lo que decían de lo malo que tiene la cocaína es cierto. A alguna gente no le importa llegado ese punto, a otros sí.

Todavía no he hablado de las decisiones que tomaste demasiado tarde. Esto es distinto de perder una oportunidad por decidir demasiado tarde que debías (querías) aprovecharla. Estoy hablando de decisiones que cambian tu vida, de decisiones que sabías que querías tomar pero no lo hiciste por cobardía, nervios, excusas, lo que sea, pero que no tomaste hasta más tarde en tu vida. Y esa tardanza hizo que perdieras oportunidades, que tengas momentos a la espalda que pienses ¿y si en aquel momento hubiera sido más como ahora y menos como entonces? Las cosas podrían haber resultado distintas, podría ser más feliz, etc. Creo que esas son las que puedes tener más derecho a lamentar, porque sabías qué era lo que querías, sabías cómo hacerlo y tenías los medios. Y a veces es demasiado tarde para tratar de buscar las oportunidades que desaparecieron por ese lapso de tomar ánimos para cambiar. Y hay que aceptarlo, aunque sé que es duro. En cuanto a esto, yo mismo he cambiado en los últimos años. Pues ojalá hubiera cambiado antes, cuando veía a Estrella (si la recordáis, hablaba de ella en "Nostalgia") a menudo en lugar de encuentros casuales y fugaces como ahora.

Recuerdo que hace unos años, cuando tenía que cambiar pero no me atrevía a romper con todo lo que era en ese momento, no me atrevía a confesarme oficialmente que había estado actuando de forma equivocada tantos años, cuando aún estaba "cogiendo ánimos para el cambio", fuimos con el colegio a Doñana (Un lugar precioso, por cierto, se lo recomiendo a todos los que les guste la naturaleza) En aquel momento era otra chica la que ocupaba principalmente mis pensamientos (casualmente una que era segura de sí misma, agresiva, etc, todo lo que yo era, pero al contrario) El caso es que al final de aquella convivencia había cuadernitos de notas, intercambio de firmas, etc. Estrella (que también estaba en el mismo grupo que yo, como su chico de aquel momento) escribió en el mío "Para un futuro poeta famoso de una gran admiradora" En aquel momento yo mismo no me consideraba más de un pobre intento de escritor, y probablemente jamás me vaya a considerar mejor en ese aspecto (he estado siete años sacándome mi carrera y me gusta lo suficiente el trabajo como para vivir de él en lugar de intentar sobrevivir como escritor) En cualquier caso, la opinión que yo mismo pudiera tener de lo que escribía no importa para que aún hoy lea esa firma y me emocione tanto como entonces. Decididamente, ojalá hubiera cambiado antes. Tendré que acostumbrarme al hecho de que cambié tarde y recordarlo para mis futuras decisiones.

Hablamos de nostalgia

La nostalgia. Es algo curioso, ¿verdad? Hace poco estaba yo con un amigo cuando me encontré a una chica, pongamos que se llama Estrella. En los últimos años prácticamente no la he visto, alguna vez suelta desde que acabé el instituto, pero sigue teniendo una de las caras más bonitas que he visto. Para ser sincero, también está bastante bien, no sólo de cara, y es una chica bastante agradable si sigue siendo como en aquel momento. El caso es, que esa chica me ha gustado desde que la conocí, y yo era un crío. A lo mejor teníamos seis años, prácticamente al empezar el colegio. Por supuesto que a lo largo de ese tiempo me gustaron otras chicas en uno u otro momento y por una u otra razón, pero la nostalgia, y es a lo que voy, me llega cuando pienso precisamente en esta chica.

Recuerdo que leí en algún sitio un relato corto sobre el primer amor, que nunca se olvida. El relato era bastante exagerado y algo inadecuado, quizá. Iba sobre un chaval que tenía a su chica de niños, que un día estaban en la playa y ella se metía en el mar y no volvía a salir. Años después, ese chaval, ya adulto, va con su mujer a esa playa y están paseando. Y cuando la mujer está alejada, o él se aleja hacia la orilla, él ve el cuerpo ahogado de la chica de su niñez, y luego regresaba "hacia la desconocida que le esperaba en la arena" o algo así. La verdad es que no sólo me parece inadecuado (llamadme tonto, pero no me gusta que el autor ahogara a aquella niña y menos para dar ejemplos sobre el amor) sino que también me parece exagerado, porque la otra es su mujer, tendrán una vida en común y se querrán, decir que es una desconocida... No me fastidies. Sobre el amor y el amar a varias personas (a lo largo de la vida) ya hablaremos más adelante, pero ahora estamos en la nostalgia, y la nostalgia sí que aparece con eso, al menos, supongo, es mi caso, si no hubo ninguna relación con esa primera chica por la que estabas colgadito en el colegio. Yo lo estaba con esta chica, con Estrella.

Bastantes años más adelante, cuando las chicas empiezan a desarrollarse y los chicos hacen bromas con ello, un día, y fue sin querer, le rocé el culo. Ella se dio la vuelta suponiendo que era una broma de alguno de los demás, pero cuando me vio, su expresión cambió. Era sorpresa, pero sorpresa no como "oh, que sorpresa más agradable, el tímido de la clase hace un movimiento tan normal como los demás chicos" Era una sorpresa más parecida a "No esperaba esto de ti" Sólo duró un momento, porque estaba claro (supongo que yo lo llevaba pintado en la cara) que había sido sin querer. En otra ocasión no fue sin querer, actué como un gilipollas haciendo una de esas bromas, que ni siquiera me parecían graciosas, sólo por pensar que era un chico normal, como los demás de la clase. Su expresión en aquel momento me enfrío, era como si sólo con eso, con su mirada, me viera a mí mismo desde fuera y me despreciara a mí mismo y lo que acababa de hacer. Supongo que era porque yo no era así, pero lo que sé es que aquel momento fue como descubrir que has traicionado a alguien.

En una ocasión, mucho tiempo atrás ya, ni siquiera recuerdo qué edad tendríamos pero no lo suficiente como para pensar en nada sexual. El caso era que ella estaba enferma esos días y no sé si necesitaba que le devolviera un libro a la biblioteca, o que le llevara un libro, o qué. Lo cierto es que tampoco importa. Recuerdo que salí al descansillo de la puerta de su casa, llamé al timbre, y abrió ella la puerta. Llevaba una bata de estas de invierno (supongo que sería la época y estaría resfriada) y sonreía. Sólo recuerdo (y sé que suena muy literario, pero así era la sensación) que el tiempo se detenía un momento, al menos para mi cabeza, como si durante un instante todo, menos mi propia mente, siguiera avanzando. Estaba allí, sonriéndome, absolutamente preciosa. Es esta sensación de quedarse sin respiración durante un momento, como si te hubieras olvidado hasta de respirar. Y con algo tan sencillo como eso. Estrella allí, con su bata bien cerrada, su pijama debajo, sus zapatillas de casa... sonriendo.

Por supuesto, era una chica inalcanzable para mí, al menos para mi propia opinión (no tenía demasiada confianza en mí mismo, más bien nada) Pienso en qué habría ocurrido si yo hubiera sido distinto, si hubiera sido más como ahora, menos inseguro. Es algo que ni sé ni me pongo a imaginar. Ahora ella tiene novio, llevan varios años saliendo, nos movemos por sitios distintos, y nos encontramos de vez en cuando sólo porque vivimos en el mismo barrio, pero no puedo evitar pensar el "¿qué hubiera pasado?"

Según el diccionario de la RAE, nostalgia es "tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida" Las definiciones de emociones suenan frías ¿verdad? Las cosas que he contado ni siquiera eran "una dicha", sino más bien como una oportunidad o una posibilidad perdidas. No sé qué habría ocurrido si yo hubiera sido distinto en aquel momento, pero creo que me gustaría haberlo experimentarlo. Sí, decididamente me gustaría.