sábado, 1 de septiembre de 2007

Miedo

Para empezar con lo que dice la RAE, el miedo es una "Perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario". Que maravillosamente frío, ¿verdad? Parecen científicos analizando la estructura de una nueva especie de insecto. Y sin embargo, están acertados, sólo que se puede hablar más del miedo.

No hace demasiado, leí en un libro ("En Busca de la Felicidad", de Eduardo Punset) que el ser humano es el único animal capaz de estresarse imaginando una situación estresante. Supuestamente los demás seres se estresan cuando sienten el peligro, pero no cuando lo imaginan. El estrés, de hecho, es una tensión psicológica que es dañina para la salud tanto mental como física.

La línea entre mente y cuerpo se va difuminando con el tiempo, y se han hecho ya experimentos que indican que el estrés disminuye las capacidades defensivas del cuerpo. Es decir, que una persona estresada tiene más posibilidades de caer resfriada que otra que esté tranquila, y le durará más la enfermedad. Probablemente el resto del metabolismo también se ve afectado negativamente por esa tensión, a algunas personas les impide descansar bien, lo que significa que empiezan cada día cansados de antemano, rinden menos, se concentran menos, etc.

No hace mucho, puede que en uno de estos periódicos gratuitos que dan en el metro, leí que habían disminuido las bajas por enfermedades físicas pero habían aumentado las producidas por enfermedades derivadas del estrés. Las estadísticas siempre hay que analizarlas para entenderlas, así que puede que parte de esa subida sea que ahora esas enfermedades se investigan y se reconocen más que hace unos años, pero por algún motivo pienso que no sólo es esa la causa de la subida.

La vida siempre ha sido dura, pero quizá una parte de la culpa de ese estrés sea el hecho de que el mundo se va acelerando. A pesar de que ahora hay más tiempo de estudio antes de incorporarse al mundo laboral (al menos en países "desarrollados"), se quieren obtener mejores resultados en menos tiempo. Ascensos, aumentos de productividad, horas extras para pagar antes el piso, el coche, etc. Y cuanto más se sube en la jerarquía de una empresa, descubres que más responsabilidad tienes. Y la responsabilidad se paga. Para empezar, la pagas tú con tu tiempo y tu mente. Un agricultor puede estresarse por la posibilidad de que haya una helada y el trabajo de todo el año se vaya al infierno, y no hay nada que pueda hacer más que desear que no ocurra. Eso es más duro que el trabajo de oficina, sólo que el agricultor normalmente no tiene la nevada en su cabeza con tanta frecuencia como el oficinista la fecha de entrega de un informe.

Recuerdo que vi hace algunos años un documental sobre cómo enfrentarse al estrés en el campo laboral. Uno de los consejos que daba era preguntarse "¿Qué es lo peor que puede pasar?" Supongo que más de uno puede pensar que una bronca, el ser conocido para los jefes como alguien que ha fallado (otra) vez, un futuro "reajuste de personal" (un eufemismo fantástico, ya hablaremos de eufemismos en otro momento), etc. Quedarse sin trabajo con todos los gastos que tiene una persona normal sin hijos ya es una putada. Si tienes hijos, es lógico que tengas más miedo. Pero ese mismo miedo es una traba. Algunos (y ya he conocido alguno) dicen que el miedo es un mecanismo de defensa, que es lo que hace que la cebra corra más rápido delante del león. Pero el mismo miedo es lo que hace que un ciervo o un conejo se queden helados mirando los faros del coche que va a atropellarles. Y es el mismo que congela a una persona cuando ve un arma apuntándole. Ese miedo no está ayudando a su conservación, así que lo menos que podemos suponer es que es un mecanismo que necesita perfeccionarse muchísimo.

El miedo es algo que te paraliza. Te provoca estrés, que te hace perder tiempo en imaginar las horribles consecuencias de lo que sea que te esté provocando ese miedo. Una cosa es reconocer el riesgo, el peligro, los problemas, lo-que-sea y otra distinta es vivir bajo ellos. Necesitamos desarrollar la capacidad de enfocar nuestra atención sobre las soluciones (o la búsqueda de solución) más que sobre los problemas. Eso es difícil, por supuesto. Como dice mi profesor, "la vida es difícil". ¿Por dónde empezar? Tranquilizando la mente. Esforzándose en apartar los pensamientos de los problemas, alejar la percepción y pensar en ello como si fueran los problemas de otra persona. De ese modo nos podemos sentir menos presionados por ellos. Por supuesto, el que estas soluciones funcionen o no depende de la persona, y de la situación. Por ejemplo, en los últimos años he sentido estrés en un par de situaciones en el campo emocional, pero no en el campo académico ni laboral. Supongo que la confianza en el resultado tiene bastante que ver, y la experiencia en situaciones parecidas también (como todo en la vida) Probablemente si el resultado no te importa demasiado también es difícil que sientas miedo.

Por supuesto, a veces el miedo es imposible de evitar. Pero podemos hacer lo posible para que se parezca más a cautela que a miedo. De ese modo podemos valorar igualmente el precio a pagar por poner en práctica una decisión (ya escribí sobre las decisiones y sus precios hace poco) y ser capaz de valorarla. Pero ¿por qué ese miedo? Quizá no estamos seguros de poder llegar hasta el final, quizá estamos arriesgando algo que tenemos por la posibilidad de otra cosa. Cada persona y en cada situación debe valorar eso. No hay una respuesta fácil. No siempre es "adelante" y no siempre es "quédate quieto". Hay que valorar las posibilidades de éxito que tienes, pero con honestidad, intentando que no hable tu miedo, ni un exceso (o falta) de confianza. Ser honesto con uno mismo es algo que muchos, creo, debemos aprender. Me incluyo porque seguro que aún queda algo en mí que no conozco realmente. Algunas cosas que cambiar.

Dejando para más adelante el tema de la auto-honestidad y volviendo al del miedo, tenemos que considerar que el miedo es un precio que va a añadirse a todos los precios que tengamos que pagar, tanto por cambiar como por no cambiar. Se sumará a todas las decisiones que tengamos que hacer y eso nos hará más difícil escoger entre ellas. Será más fácil hacer como los niños que oyen un ruido en el armario: taparnos la cabeza con la manta. Y eso es algo que no creo que podamos permitirnos, aunque es cada uno el que debe tomar la decisión y decidir cuánto miedo quiere aceptar en su vida.

Reconoce que estás viviendo todo lo que haces, lo que te gusta y lo que no (y volveríamos a lo de buscar qué y cómo cambiar lo que no te gusta de tu vida) porque es tu vida. Es tu derecho y en cierta medida tu deber. Es tu deber tanto como opines que tu vida es tuya. Prepárate mentalmente para aceptar las consecuencias de lo que haces y lo que dices. Y di y haz lo que debas. Y date cuenta de que no digo "di lo que quieras decir" porque habrá momentos en los que decir lo que quieras tiene consecuencias que no querrás aceptar. Más bien sería algo como "di lo que decidas decir", pero es una forma de resaltar que debes ser consciente de que es tu decisión. La precaución es adecuada, la cautela es adecuada, pero el miedo no. Si puedes librarte de la causa de tus miedos, hazlo. Si no, intenta librarte del miedo en sí.

Seguro que piensas que hablo mucho, pero que en realidad no tengo ni idea ni sé lo difícil que es. Sé lo difícil que es. Y también sé que a veces es difícil y lento darse cuenta de todo esto. Por eso lo escribo. Quizá ayude a alguien a darse cuenta de lo que el miedo está haciendo con su vida, de lo que la está lastrando, y quizá, sólo quizá, esa persona empiece a moverse para vivir con más plenitud. Vivir plenamente no es tener una vida tremendamente apasionada, agitada, sin descanso, hasta que el cuerpo, el alma y la mente cedan al torbellino de emociones y experiencias y se quiebren, dejando paso a lo que sea que ocurra con las personas al morir. Vivir plenamente es saber que estás viviendo tus decisiones, sentirte que eres tan amo de tu vida como puedes ser, porque no nos engañemos, nunca seremos amos por completo de nuestra vida, pero el miedo no estará lastrándonos.

Es más fácil decirlo que hacerlo, pero antes de poder hacerlo cada persona debe decírselo a sí mismo. Vive sin miedo. Vive. Preocúpate por los problemas, las decisiones y las consecuencias; piensa, planifica, improvisa. No abandones la responsabilidad, sólo el lastre del miedo, que no añade nada bueno a tu vida.

Sé feliz. Tu vida es tuya. Tienes derecho a buscar tu felicidad.
Suerte a todos.

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