sábado, 18 de octubre de 2008

Silencio e indiferencia

Hace poco me decía mi amigo Ángel que la indiferencia dolía más que el odio. No estoy seguro de que duela más, pero sí creo que es más difícil de soportar. En particular nos referíamos a sufrir el odio de alguien o sufrir su indiferencia.

Creo que el odio es más fácil de soportar porque es más claro, más definitivo. Sólo tienes que reunir el tiempo para aceptar que alguien en particular te odia, que no quiere nada bueno para ti, y de ese modo blindarte un poco más. También puede causar daño, por supuesto. Si se descompensa demasiado la gente que te muestra sus malos sentimientos comparada con la que te muestra consideración, con la que te ofrece amistad... Poco a poco acabas endureciéndote tanto que te haces incapaz de esperar otra cosa que no sean esos malos sentimientos, que no sea el fracaso al intentar hacer una nueva amistad, al intentar hablar a una nueva persona. Y no esperar algo distinto que eso apaga tus esperanzas, apaga tu espíritu. Apaga los motivos que tienes para querer mejorar porque ves que nada va a cambiar, te esfuerces cuanto te esfuerces.
Pueden decir tanto como quieran que el mejorar es una meta personal, que se hace por uno mismo, no por los demás, pero el hombre al final es un animal social. Precisamente uno de los primeros mecanismos que se usan en la educación es ese: la desaprobación. Los niños al principio lo exploran todo, exploran hasta dónde pueden llegar, hasta donde pueden, digamos, comportarse mal, antes de que aparezcan las consecuencias. Es algo tan natural como comprobar dónde está el borde de un abismo, para saber hasta dónde puedes andar y a partir de dónde no puedes.
Y, por supuesto, la hermana de la desaprobación es la aprobación. ¿Cómo se notan? A través de las miradas, del tono de voz, de las muestras de afecto, de cariño. Si no fuéramos seres sociales por naturaleza no podríamos educarnos así, sólo quedaría la respuesta de dolor y recompensa físicas, como se hace con los animales (y no con todos, los perros por ejemplo también sufren la influencia de la aprobación/desaprobación de sus amos)
Así que somos animales sociales, por lo que no puedo menos que pensar que mejorar uno mismo no es sólo una cuestión de valor personal. En parte sí, en parte es una búsqueda de un reconocimiento, de sentir que los demás valoran lo que has conseguido avanzar. En el trabajo lo podemos ver en sueldos, ascensos, felicitaciones... En el ejército y la policía con condecoraciones, medallas, ceremonias... En las artes lo vemos en festivales, premios, resultados de taquilla, de venta de libros... En el día a día lo vemos en los amigos, lo vemos en la gente que nos aprecia y en la que no.

Volviendo al tema del odio, el odio es una pared, es el borde del precipicio, es el límite que te permite saber que no puedes ir más allá, y que te ayuda a definir un poco el mundo. Aceptas el límite, y sigues avanzando por donde puedas.
¿Y la indiferencia? ¿Y si una persona ni siquiera te habla? No la ves, intentas comunicarte con ella pero rechaza todos tus intentos sin una palabra. Estamos en la era de las comunicaciones, pero también en la de las ciudades. Podemos conocer gente que vive a sólo unos barrios, pero que nunca encontraremos por la calle por casualidad. Tenemos teléfonos, tenemos email, tenemos mensajería instantánea (vamos, el chat)... Pero las llamadas se pueden cortar sin siquiera responderlas, los email y los sms pueden borrarse sin necesidad de ser leídos, se puede bloquear a un usuario cualquiera en el chat e impedirle que te hable. Sólo un dedo basta para ello.
¿Y cuáles son los efectos? Quizá puede pensarse que en realidad no te está limitando, que no es el borde de ningún abismo, que no es ninguna pared... Pero tampoco es una continuación del camino. Es una barrera que no ves, pero no puedes atravesar. Es una barrera que ni siquiera sabes si realmente lo es, sólo sabes que quieres ir más allá y que hasta ahora no has encontrado el punto por donde puedes pasar... así que sigues intentándolo. Sigues pensando en ello. No puedes usar el tiempo para aceptar que no puedes pasar porque ni siquiera estás seguro de que realmente no puedas pasar. Es un lugar lleno de "¿Y si...?" Es un lugar oscuro, sin luz, sin sonido, sin tacto ni olor ni sabor. Es nada.

Recuerdo que un compañero de trabajo, psicólogo, me contó que se habían hecho experimentos de privación sensorial. El privar a la mente, dentro de lo posible, de la información de sus sentidos físicos acaba provocando alucinaciones en las personas. El ser humano necesita psíquicamente esos estímulos. ¿Cómo puede ser de inofensiva la privación sensorial, sabiendo que está considerada tortura?
Varias personas que conozco, algunos que fueron soldados profesionales, otros que simplemente hicieron el servicio militar cuando era obligatorio, me han contado que las guardias era la peor parte. Sólo un par de horas de pie, sin nada que hacer más que mirar en la misma dirección, hace que empieces a pensar y a darle vueltas a todo. Las preocupaciones más pequeñas ruedan y ruedan, creciendo tanto que los tiempos de guardia se limitan precisamente para que los propios soldados no se desequilibren. A veces la mayor ventaja de un ser es también una desventaja, así parece ser la inteligencia en el ser humano. Dale algo que hacer, dale un objetivo, y creará ciudades, vehículos, formas de vivir con más comodidad y con más facilidad, formas de vivir más sano durante más tiempo. Déjale sin nada que hacer... y conseguirás que enloquezca.

Por supuesto que la indiferencia no es tan grave como la privación sensorial, sólo quería poner un ejemplo de que la incertidumbre, el no saber, puede ser tan grave o más como el conocer el peligro, el conocer los límites. La incertidumbre te hace seguir preguntándote, te detiene alrededor de ese camino que parece que no puedes cruzar.

Te deja en el vacío, en la oscuridad, en el silencio. Te deja en la nada.
Esperando a que la locura venga a buscarte o decidas alejarte tú mismo y romper tú mismo tus ilusiones. Arrojarlas y dejar que se sequen, que se marchiten, que se pudran en el pasado.

3 comentarios:

Irenia dijo...

Cuando nos ofrecen indiferencia no nos niegan la comunicaci�n. No se expresan con palabras pero nos transmiten demasiado. Nos ofrecen ese otro lado del ser humano que se basa, casi dir�a que en la humillaci�n. Cuando nos someten a la indiferencia, nos humillan porque obvian nuestra existencia.
Lo le� hace a�os pero creo recordar que en el libro "El clan del oso cavernario" someten a la protagonista a un castigo que es el de ignorarla. Todo el clan finge que no existe, no hablan con ella, ni la miran...eso es un castigo.
La naturaleza del hombre no creo que sea la de ser un ser sociable, sino que son m�s bien sus carencias la que le obligan a serlo. Y desde la obligaci�n nada bueno nos puede llegar.
Ante el que te ignora, ante la indiferencia del otro s�lo cabe una soluci�n, ponerse frente a �l, y decirle, estoy aqu� aunque no quieras verme. Seamos un espejo y que vea su cara en nuestros ojos.
Gracias Dario 2.1 por tus reflexiones.

Anónimo dijo...

Colega, tienes mucho tiempo libre. En vez de escribir estas cosas, sal un poco a la calle, relacionate y vive un poco.
PD. Hay centros especializados, donde pueden ayudarte.
Saludos.

El dijo...

Anónimo, son personas como tú las que hacen que Dario publique esto