miércoles, 10 de diciembre de 2014

Las pistas

La joven elfa finalmente llegó a la cabaña. Se levantaba contra el pie del árbol más grande que había visto nunca. Algunas de las raíces se arrastraban hasta el borde de un pozo bajo y habían erosionado los desiguales bloques de granito que formaban el pretil, atravesándolo y hundiéndose en la oscuridad en busca de agua. Cuando caminó hasta la choza vio docenas de marcas en la corteza del árbol, claras cerca del suelo y borrosas cuanto más subían, como cicatrices viejas de viejas heridas. Se arrebujó en la capa de pieles de oso que el Rey le había regalado y recordó el trato que había hecho con la Reina, un trato que iba a empezar a pagar ahora.

Entró en la choza y saludó a las dos mujeres y a la niña - He venido buscando vuestro consejo -
- Lo sé - dijo la mujer vieja - ya se lo he dicho -
- Por favor, toma asiento - dijo la joven - Skuld, dale algo para beber a nuestro huesped -
La chica, doce años o menos, pensó la elfa, cogió una pequeña jarra de madera y la llenó con vino aguado caliente de un pequeño caldero que estaba sobre un rugiente fuego en el suelo. La elfa buscó alrededor y, viendo un taburete, lo acercó al fuego y se sentó. Tomó la jarra que la niña le ofrecía y le sonrió. Ella sonrío tímidamente en respuesta y caminó al otro lado del fuego. Rugía furioso a pesar de su pequeño tamaño y calentaba la casucha hasta el punto de que el penetrante olor combinado de los cuatro cuerpos y el calor hacían que la elfa quisiera taparse la nariz, pero luchó contra el impulso mientras esperaba a que las mujeres dijeran algo.

- No se puede detener lo que ya ha ocurrido - dijo la vieja
- Aún no ha ocurrido, y la gente está asustada - dijo la joven
- Puede terminar igual - dijo la niña llamada Skuld
- ¿Lo hará? - preguntó la elfa
- Quizá - contestó la niña encogiéndose de hombros
- Entonces hay que proteger la cadena -
- Lo he hablado con la niña. - dijo la vieja - Esa cadena no es lo único que hay que proteger. El traidor no puede ser liberado aún, su ejército no debería estar reuniéndose aún... -
- Y Vidar aún no está preparado - dijo Skuld
- Eso también - confirmó la vieja
- ¿Entonces? ¿Cómo podemos estar seguros de que sobreviviremos? -
Las mujeres se miraron entre sí
- No estoy segura de que lo entienda de verdad -
- Necesitamos un héroe, o varios. El prisionero debe seguir preso, el lobo encadenado, la serpiente dormida... - decía la elfa
- Nadie de Innangard puede ayudarte - dijo la joven
- ¡Pero son los primeros que deberían! - la mujer negó con la cabeza - ¿De Utangard entonces? ¿Hay rebeldes allí? - preguntó la elfa.
- Utangard está fuera de la cuestión - dijo la joven
-
Sólo en el medio podrás encontrar la ayuda que necesitas,
sólo allí encontrarás lo que necesitas.
- dijo la niña, con ojos borrosos -
necesitarás dos hermanas,
idénticas y distintas en cada rasgo,
como la luna llena y la nueva,
y dormiran el sueño de la espada
si tienen éxito.
Necesitarás un alimentador de cuervos,
sin anillos en las manos,
sin metal de batalla que llamar propio,
y deberá encontrar la vergüenza de espadas
y el témpano de sangre
si debe tener éxito,
y se le despedirá con llamas antes de que todo termine.
Y necesitarás la semilla de un cuentacuentos
para que vea lo que hacen
y recuerde lo que hagan,
y cuente la historia para que no sea olvidada. -

Entonces la niña se desmayó y la mujer joven la tomó en sus brazos antes de que cayera contra el suelo arcilloso. El silencio llenó el espacio, incluso el fuego pareció olvidar su furia anterior, y sus llamas se debilitaron y su luz se desvaneció.
- ¿Cómo...? ¿Cómo puedo hacer...? - empezó la elfa
- Tienes tu consejo - cortó la vieja - Si no sabes qué hacer con él, entonces es demasiado tarde. -
- Pero... -
- Pero quieres tu parte del trato - dijo la joven - lo entendemos. Tendrás que ser tú, entonces -
La elfa se levantó, temblando, y salió de la cabaña. Rápidamente se envolvió en la capa contra el frío del invierno y rompió el encantamiento, y empezó a repetirse las palabras de la niña en vz baja, intentando recordarlas todas.

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