jueves, 13 de septiembre de 2007

La lealtad

Últimamente pienso en la lealtad como algo que sobre todo debes tener contigo mismo. Creo que cuando te enfrentas a ti mismo y a tus ganas de esconderte, de escurrir el bulto, cuando ganas, te sientes más cómodo. Es como si hubieras estado escondiéndote por los rincones, doblado bajo el peso del miedo a aceptar tus errores.

Conozco personas que dicen que aceptan sus fallos, pero más que aceptarlos, presumen de hacerlo. Nunca nombran los fallos que cometen, si nombran alguno no es uno de los que han cometido sino una excusa para presentarse como víctimas de las circunstancias o de otras personas y sus exigencias. Este tipo de persona es el tipo que no se atreve a hablar honestamente consigo misma, pero es peor todavía, porque quizá ha llegado a engañarse lo suficiente como para no hablarse seriamente y creer que sí lo hace. Creer que sí es valiente. Las personas que no se autoexaminan por temor a lo que puedan encontrar, las que saben que no lo hacen pero lo evitan y tratan de no pensar en ello, al menos tienen más fácil el poder llegar algún día a hacerlo. Cada persona debe tomar sus propias decisiones, pero si no eres lo bastante leal a tus opiniones y tus sentimientos eso puede llevar a problemas. En primer lugar, tomarás decisiones que en realidad no quieres tomar sólo porque no sabes lo que quieres. En segundo lugar, puede que algún día sí seas fiel a ti mismo y trates de echar la culpa de tu anterior infidelidad sobre los demás, lo cual no sólo es injusto sino que es volver al camino de autoengaño y automartirio que en otras personas he visto. En tercer lugar, y ya menos grave, está el problema de retomar decisiones. De corregir decisiones que no debiste hacer. No digo que no hayan merecido la pena, en particular he cometido algún error en cuanto a conocerme a mí mismo que ha costado tiempo y lágrimas tanto para mí como para otra persona especialmente querida, pero aún así no lamento la decisión que tomé, porque han sido los años más felices que he vivido.

Probablemente pienses que cuando digo que hay que tener lealtad hacia uno mismo estoy descuidando a los demás, y promulgando el egoísmo como filosofía y modo de vida, pero lo cierto es que pienso que siendo leal a tus propias decisiones, a ti mismo, siendo honesto contigo mismo, es la única forma en la que puedes ser honesto con los demás. Si te intentas engañar a ti mismo ¿piensas que esos engaños no influirán en los que te rodean? Por otro lado, cuando te eres fiel a ti mismo hablas como piensas, eres sincero con los demás porque te aceptas de un modo tan completo que no te preocupa tanto cómo te vean las personas de tu alrededor. Quienes quieran estar contigo estarán contigo tal como eres porque eres tal como te muestras y tal como te ven, los que no quieran estarlo, bueno. ¿Por qué ibas a obligar a alguien a que te aprecie cuando no lo hace? Ni siquiera digo cosas como "ellos se lo pierden", porque no están perdiendo sino eligiendo. Y eligen lo que quieren hacer. Y si no, bueno, entonces es que hay algo en lo que se engañan a sí mismos, y por mucho que te lo digan, nadie puede cambiarte salvo tú. Tú decides, como siempre.

Lealtad también significa que eres responsable de lo que haces, de lo que dices y de lo que piensas. Pero el primero ante el que eres responsable, eres tú mismo. Si tú te traicionas a ti mismo no sólo perderás tiempo (y el tiempo es vida), sino que otros lo perderán. Tendrás relaciones que no son lo que querrías que fueran y los demás tendrán relaciones basadas en las mentiras que tú mismo te cuentas.

No te tomes esto de forma personal, no digo que tú lo hagas. Además, si lo haces, es cosa tuya. Si estás leyendo esto, y no eres honesto (u honesta) contigo mismo, entonces puede que te sirva como una llamada de atención o puede que no te sirva para nada más que quizá para sentirte incómodo. Supongo que cuando estás preparado para aceptar ciertas cosas es cuando las aceptas, y no antes.

En fin, voy a dejaros ya por ahora. Si tenéis cosas que decirme, ya sabéis cómo hacerlo.

Cuidaos mucho.

domingo, 9 de septiembre de 2007

Remordimientos

Es normal mirar al pasado, todo el mundo lo hace. Incluso puede ser bueno. Sin embargo, los remordimientos...

El remordimiento es el lamentar haber realizado una mala acción, haber tomado una mala decisión, etc. El remordimiento no tiene utilidad. Es la seducción de autoculparse, de buscar motivos para dejar de confiar en uno mismo, para creerse más débil de lo que eres. ¿Por qué alguien querría creerse más débil de lo que es? De las personas fuertes se espera que se enfrenten y venzan a los problemas, y si no lo hacen reciben desprecios, malas miradas, etc. Pero los débiles pueden escudarse en su debilidad. El propio pensamiento de "pero si ni siquiera fui capaz de hacer aquello ¿cómo alguien podría esperar que hiciera esto?", ese, es el que nos debilita. Nos acostumbra a la idea de ceder al desánimo, de no luchar contra nuestras dificultades.

Estoy de acuerdo en que luchar contra las dificultades sólo por ellas no siempre es sano. Imagino una persona con algo de vértigo o algo de miedo a las alturas, que empieza a escalar y que sigue escalando en gran medida para vencer ese miedo. Me parece adecuado. Pero no me lo parecería si tuviera un vértigo pronunciado o una fobia importante, porque estaría exagerando y poniéndose en peligro de forma innecesaria. Es sólo paso a paso como se avanza. Si tropiezas cuando caminas puedes rasparte las rodillas y las manos, pero difícilmente vas a romperte un hueso. Si tropiezas cuando corres a toda velocidad... Seguro que sabes a qué me refiero. Descubres las cosas que no te gustan en ti mismo y piensas si puedes aceptar que sigan ahí, o estás dispuesto a trabajar para quitarlas. Y si quieres quitarlas, poco a poco, un escalón por vez.

Creo que es bueno luchar contra las dificultades, pero para ello debes tener confianza en superarlas. Si piensas "no voy a dejarme desanimar por esto" probablemente es que ya sientes el desánimo. No digo que sea un fallo, digo que puede servir como señal de alarma, reconocer que ya te está afectando negativamente y no ignorar ese hecho ni fingir que no existe, sino luchar contra él. Combatir ese desánimo a base de crear confianza y poder pensar "¿Ves? No había tantos motivos para desesperarse" Y crear confianza suena fácil, pero es más complicado hacerlo. Al principio es atreverse con las cosas con las que casi no te atrevías, las que te ponían lo bastante nervioso como para no hacerlas pero no lo bastante como para no atreverte con un esfuerzo. Y empiezas a tomar esos pasos y a ver lo que pasa, y a analizarlo con frialdad. A veces fallarás porque estabas equivocado en la acción, en el modo de llevarla a cabo o en lo que sea, pues analiza ese fallo, busca qué cosas lo han hecho inadecuado, y corrígelas para la siguiente vez. De ese modo puedes ir construyendo confianza. Es lento y difícil, pero muchas situaciones que encuentres en la vida serán lentas y difíciles. Si fuera fácil ya lo habrías hecho.

El problema es que la confianza puedes perderla, y a eso contribuyen los remordimientos. Los remordimientos acaban ahogándote si les dejas, así que no puedes dejarles. Considera la causa del remordimiento. Esa mala acción, esa mala decisión. Cuando lo hiciste ¿realmente sabías que estaba mal? ¿O te enteraste después? Muchas veces se oye decir "Si lo hubiera sabido, no lo habría hecho" Una acción de la que puedas honestamente pensar eso, es una acción que no merece remordimiento. Las acciones que pueden merecer remordimiento son las que tomas sabiendo que tienes una opción mejor. Y en esos casos el remordimiento sólo debes usarlo para enseñarte a ti mismo que la próxima vez debes hacer lo que creas que es mejor. Si escoges otra cosa, que sea por algo, aunque sea una razón emocional de "no me atrevo". Si no te atreves, entonces no eres capaz. Conviértete en capaz o aprende a vivir con tu incapacidad. Esas son las opciones que tienes.

En conclusión, el remordimiento es un lastre. Acepta los errores que cometes, pero no te tortures por ellos ni dejes que se conviertan en un fardo que te enlentezca: aprende de ellos y sigue adelante. Eso es aprender. Eso es la vida.

sábado, 1 de septiembre de 2007

Miedo

Para empezar con lo que dice la RAE, el miedo es una "Perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario". Que maravillosamente frío, ¿verdad? Parecen científicos analizando la estructura de una nueva especie de insecto. Y sin embargo, están acertados, sólo que se puede hablar más del miedo.

No hace demasiado, leí en un libro ("En Busca de la Felicidad", de Eduardo Punset) que el ser humano es el único animal capaz de estresarse imaginando una situación estresante. Supuestamente los demás seres se estresan cuando sienten el peligro, pero no cuando lo imaginan. El estrés, de hecho, es una tensión psicológica que es dañina para la salud tanto mental como física.

La línea entre mente y cuerpo se va difuminando con el tiempo, y se han hecho ya experimentos que indican que el estrés disminuye las capacidades defensivas del cuerpo. Es decir, que una persona estresada tiene más posibilidades de caer resfriada que otra que esté tranquila, y le durará más la enfermedad. Probablemente el resto del metabolismo también se ve afectado negativamente por esa tensión, a algunas personas les impide descansar bien, lo que significa que empiezan cada día cansados de antemano, rinden menos, se concentran menos, etc.

No hace mucho, puede que en uno de estos periódicos gratuitos que dan en el metro, leí que habían disminuido las bajas por enfermedades físicas pero habían aumentado las producidas por enfermedades derivadas del estrés. Las estadísticas siempre hay que analizarlas para entenderlas, así que puede que parte de esa subida sea que ahora esas enfermedades se investigan y se reconocen más que hace unos años, pero por algún motivo pienso que no sólo es esa la causa de la subida.

La vida siempre ha sido dura, pero quizá una parte de la culpa de ese estrés sea el hecho de que el mundo se va acelerando. A pesar de que ahora hay más tiempo de estudio antes de incorporarse al mundo laboral (al menos en países "desarrollados"), se quieren obtener mejores resultados en menos tiempo. Ascensos, aumentos de productividad, horas extras para pagar antes el piso, el coche, etc. Y cuanto más se sube en la jerarquía de una empresa, descubres que más responsabilidad tienes. Y la responsabilidad se paga. Para empezar, la pagas tú con tu tiempo y tu mente. Un agricultor puede estresarse por la posibilidad de que haya una helada y el trabajo de todo el año se vaya al infierno, y no hay nada que pueda hacer más que desear que no ocurra. Eso es más duro que el trabajo de oficina, sólo que el agricultor normalmente no tiene la nevada en su cabeza con tanta frecuencia como el oficinista la fecha de entrega de un informe.

Recuerdo que vi hace algunos años un documental sobre cómo enfrentarse al estrés en el campo laboral. Uno de los consejos que daba era preguntarse "¿Qué es lo peor que puede pasar?" Supongo que más de uno puede pensar que una bronca, el ser conocido para los jefes como alguien que ha fallado (otra) vez, un futuro "reajuste de personal" (un eufemismo fantástico, ya hablaremos de eufemismos en otro momento), etc. Quedarse sin trabajo con todos los gastos que tiene una persona normal sin hijos ya es una putada. Si tienes hijos, es lógico que tengas más miedo. Pero ese mismo miedo es una traba. Algunos (y ya he conocido alguno) dicen que el miedo es un mecanismo de defensa, que es lo que hace que la cebra corra más rápido delante del león. Pero el mismo miedo es lo que hace que un ciervo o un conejo se queden helados mirando los faros del coche que va a atropellarles. Y es el mismo que congela a una persona cuando ve un arma apuntándole. Ese miedo no está ayudando a su conservación, así que lo menos que podemos suponer es que es un mecanismo que necesita perfeccionarse muchísimo.

El miedo es algo que te paraliza. Te provoca estrés, que te hace perder tiempo en imaginar las horribles consecuencias de lo que sea que te esté provocando ese miedo. Una cosa es reconocer el riesgo, el peligro, los problemas, lo-que-sea y otra distinta es vivir bajo ellos. Necesitamos desarrollar la capacidad de enfocar nuestra atención sobre las soluciones (o la búsqueda de solución) más que sobre los problemas. Eso es difícil, por supuesto. Como dice mi profesor, "la vida es difícil". ¿Por dónde empezar? Tranquilizando la mente. Esforzándose en apartar los pensamientos de los problemas, alejar la percepción y pensar en ello como si fueran los problemas de otra persona. De ese modo nos podemos sentir menos presionados por ellos. Por supuesto, el que estas soluciones funcionen o no depende de la persona, y de la situación. Por ejemplo, en los últimos años he sentido estrés en un par de situaciones en el campo emocional, pero no en el campo académico ni laboral. Supongo que la confianza en el resultado tiene bastante que ver, y la experiencia en situaciones parecidas también (como todo en la vida) Probablemente si el resultado no te importa demasiado también es difícil que sientas miedo.

Por supuesto, a veces el miedo es imposible de evitar. Pero podemos hacer lo posible para que se parezca más a cautela que a miedo. De ese modo podemos valorar igualmente el precio a pagar por poner en práctica una decisión (ya escribí sobre las decisiones y sus precios hace poco) y ser capaz de valorarla. Pero ¿por qué ese miedo? Quizá no estamos seguros de poder llegar hasta el final, quizá estamos arriesgando algo que tenemos por la posibilidad de otra cosa. Cada persona y en cada situación debe valorar eso. No hay una respuesta fácil. No siempre es "adelante" y no siempre es "quédate quieto". Hay que valorar las posibilidades de éxito que tienes, pero con honestidad, intentando que no hable tu miedo, ni un exceso (o falta) de confianza. Ser honesto con uno mismo es algo que muchos, creo, debemos aprender. Me incluyo porque seguro que aún queda algo en mí que no conozco realmente. Algunas cosas que cambiar.

Dejando para más adelante el tema de la auto-honestidad y volviendo al del miedo, tenemos que considerar que el miedo es un precio que va a añadirse a todos los precios que tengamos que pagar, tanto por cambiar como por no cambiar. Se sumará a todas las decisiones que tengamos que hacer y eso nos hará más difícil escoger entre ellas. Será más fácil hacer como los niños que oyen un ruido en el armario: taparnos la cabeza con la manta. Y eso es algo que no creo que podamos permitirnos, aunque es cada uno el que debe tomar la decisión y decidir cuánto miedo quiere aceptar en su vida.

Reconoce que estás viviendo todo lo que haces, lo que te gusta y lo que no (y volveríamos a lo de buscar qué y cómo cambiar lo que no te gusta de tu vida) porque es tu vida. Es tu derecho y en cierta medida tu deber. Es tu deber tanto como opines que tu vida es tuya. Prepárate mentalmente para aceptar las consecuencias de lo que haces y lo que dices. Y di y haz lo que debas. Y date cuenta de que no digo "di lo que quieras decir" porque habrá momentos en los que decir lo que quieras tiene consecuencias que no querrás aceptar. Más bien sería algo como "di lo que decidas decir", pero es una forma de resaltar que debes ser consciente de que es tu decisión. La precaución es adecuada, la cautela es adecuada, pero el miedo no. Si puedes librarte de la causa de tus miedos, hazlo. Si no, intenta librarte del miedo en sí.

Seguro que piensas que hablo mucho, pero que en realidad no tengo ni idea ni sé lo difícil que es. Sé lo difícil que es. Y también sé que a veces es difícil y lento darse cuenta de todo esto. Por eso lo escribo. Quizá ayude a alguien a darse cuenta de lo que el miedo está haciendo con su vida, de lo que la está lastrando, y quizá, sólo quizá, esa persona empiece a moverse para vivir con más plenitud. Vivir plenamente no es tener una vida tremendamente apasionada, agitada, sin descanso, hasta que el cuerpo, el alma y la mente cedan al torbellino de emociones y experiencias y se quiebren, dejando paso a lo que sea que ocurra con las personas al morir. Vivir plenamente es saber que estás viviendo tus decisiones, sentirte que eres tan amo de tu vida como puedes ser, porque no nos engañemos, nunca seremos amos por completo de nuestra vida, pero el miedo no estará lastrándonos.

Es más fácil decirlo que hacerlo, pero antes de poder hacerlo cada persona debe decírselo a sí mismo. Vive sin miedo. Vive. Preocúpate por los problemas, las decisiones y las consecuencias; piensa, planifica, improvisa. No abandones la responsabilidad, sólo el lastre del miedo, que no añade nada bueno a tu vida.

Sé feliz. Tu vida es tuya. Tienes derecho a buscar tu felicidad.
Suerte a todos.