La edad, en mi opinión, tiene al menos tanto de mental como de físico. El paso del tiempo y las experiencias de una persona son lo que forjan su mente, su madurez. Podemos verlo cuando pensamos en nuestros propios padres. En general, podemos encontrar muchos que tuvieron hijos (nosotros) a una edad más temprana que la que nosotros esperamos tener cuando nazcan nuestros hijos. O se casaron antes, o empezaron a trabajar antes, o se fueron antes de casa. Aunque sea porque las cosas han cambiado, porque las posibilidades no son las mismas, o las necesidades son diferentes, lo que es cierto, no es menos cierto que esas diferencias en la trayectoria de sus vidas han influido sobre su madurez y su velocidad de maduración.
Por supuesto que no es sólo la necesidad la que hace que las personas empiecen a "comportarse como adultos", hay algo en nuestro interior que se va cansando de la frivolidad de la juventud y trata de hacernos pensar en cosas más estables, más importantes, más grandes, más duraderas. Más responsables. Quizá sea un instinto para ayudar a la conservación de la especie, a partir de cierto momento empieza a tratar de construir las bases para una relación entre miembros de distinto sexo (no voy a hablar ahora de monogamia o multigamia, pero probablemente llegue en el futuro) y a la cría de su descendencia.
De todos modos ¿qué significa comportarse como adultos? Para los niños, es "comportarse como ellos", sus padres, sus profesores... Para los adultos, "comportarse como nosotros". Si tuviera que decir algo, probablemente sería que los adultos deben comportarse con responsabilidad. De hecho, a nivel legal y, en bastantes ocasiones, social cuando se considera adulto a alguien es cuando se le considera plenamente responsable de sus actos, buenos o malos. Mientras es niño los castigos están atenuados porque "es una chiquillada", "los niños son así", etc, y en realidad no tendría sentido castigar a un niño del mismo modo que un adulto porque un niño no tiene la misma consciencia de haberse comportado mal (y del porqué está mal)que un adulto. Esa consciencia la irá desarrollando con los castigos y regañinas que reciba cuando actúe mal y los premios y felicitaciones cuando lo haga bien. Es tan importante lo uno como lo otro, el palo y la zanahoria, para desarrollar consciencia de los dos extremos morales que habrá en nuestra vida. Hay cosas que serán buenas, malas o que no tendrán importancia moral, y cualquier posición entre ellas. Si sólo castigamos, entonces la percepción del niño será que hay cosas que no importan y otras que te traen problemas. Si sólo premiamos, tampoco tendrá una noción adecuada del mal, porque no percibirá cuándo algo es malo.
En el mundo actual, el mundo que vivimos y que contribuimos a evolucionar (o involucionar), se da más claridad a los castigos que a las bonificaciones, aunque están ahí. Un trabajo bien hecho puede hacer que los jefes te consideren para un ascenso, pero mentalmente funciona mejor un "has hecho un buen trabajo" cercano en el tiempo (y el ascenso después, no sólo de psicología vive el hombre) para que al cerebro le sea fácil relacionar el esfuerzo que ha desarrollado con la felicitación o la alabanza. Por supuesto que si llega el ascenso intelectualmente la persona sabrá que lo ha hecho bien, pero inconscientemente no está relacionando los dos hechos, su esfuerzo y su trabajo. Además, siempre es agradable que reconozcan tu esfuerzo como algo con valor en sí mismo.
Con todo, lo cierto es que vemos menos zanahorias que palos, parece que el mundo de los adultos no es muy acogedor, y la mayoría de los adultos que conozco dicen que hay que aprovechar la niñez, porque es la mejor época. Y a pesar de lo duro que pueda resultar ser (comportarse como un) adulto es otro esfuerzo que queremos que los demás aprecien. ¿En qué forma? En que percibamos que los demás nos tratan como a adultos.
¿Qué es "tratar como a un adulto"? Por ejemplo, que nuestras opiniones sean razonadas, si razonamos una opinión y tenemos razón, que al menos escuchen nuestras razones, y a ser posible, que acepten que tenemos razón. Si estamos equivocados, que escuchen nuestras razones, que nos den las suyas, que se establezca un diálogo en el que todas las partes sean capaces de escuchar los argumentos de los demás y los sotengan o traten de debilitarlos, pero siempre de forma razonada.
Los padres (entre otros adultos) a veces tienen la mala costumbre de no escuchar los argumentos de sus hijos (los padres en particular pueden considerar niños a sus hijos aunque se acerquen más a los treinta que a los veinte). Los niños están comprobando cómo es razonar algo, si se les dice que sí o que no sólo para quitarnoslos de encima no conseguiremos que dejen el tema, conseguiremos que dejen de intentar razonar con nosotros. He dado clase (de judo) a niños pequeños y puedo asegurar que mucho más que la clase de judo era más importante para mí escuchar sus razonamientos. Y creo sinceramente que para ellos también era importante. He visto a niños de cuatro a ocho años razonar con tanta inteligencia como adultos, y con más calma que algunos. Por supuesto, había ocasiones en las que les faltaba información y llegaban a conclusiones erróneas. Por ejemplo, supusieron que si yo no estaba casado entonces estaba separado, porque los adultos que conocían (y yo era un adulto porque tenía barba) estaban casados o separados. Pero el hecho de que se equivocaran no dependía de su capacidad de razonar sino de su conocimiento. Y pedirles su opinión, preguntarles el porqué de esa opinión y escucharles con atención (y responderles, confirmándoles, negándoles o dándoles nueva información) es la actividad que con más placer recuerdo de esas clases. Si los niños perciben que su capacidad de razonar es valorada y les sirve para que los adultos les hagan caso (algo que quiere todo niño) ellos empiezan a valorar su propia capacidad de razonar, la intentan utilizar más, la intentan desarrollar. Y eso les servirá más cuando lleguen a la edad adulta.
Cuando digo que hay que valorar las opiniones de los niños (y ya he conocido a adultos que me han salido con estas) no me refiero a que se les de la razón aunque no la tengan. Hay que tratarles con honestidad. Si tienen la razón, se les debe dar, y si no la tienen se les debe razonar el porqué, pero es más difícil que con un adulto: cuando discutes con un adulto te preocupa quién lleva la razón, pero al discutir con un niño lo que debe preocuparte es el efecto que esa discusión vaya a tener. No es malo para un niño no tener razón o equivocarse en un razonamiento. Es malo que no se acepten sus argumentos como algo merecedor de ser tratado, que no se acepten sus opiniones como algo merecedor de ser considerado, que se le de la razón para quitartelo de encima (es comprensible, acabas de llegar del trabajo y estás agotado) ni se le rechace con frases como "he dicho que no y ya está bien, vete a jugar a tu cuarto" El objetivo de una discusión con un niño es darle nuevos datos que hagan, a ser posible, que él mismo razone una nueva conclusión. Puede que haya cosas que un niño no pueda entender, pero eso no es excusa para no intentar explicárselas. Intenta explicárselas y él mismo puede acabar diciendo que no las comprende, entonces consuélale y dile que dentro de algo de tiempo lo comprenderá. No se debe tratar a nadie, adulto o no, como si no supiera nada, como máximo, como si no supiera lo suficiente.
En cuanto a la edad, en una relación de pareja también puede ser importante. Especialmente si se le da importancia. Tarde o temprano va a haber discusiones, pero esas discusiones nunca deberían terminarse con frases como "tú no sabes todo sobre este tema, así que cállate" Y si tu pareja (o un amigo, o cualquier adulto) intenta terminar una discusión así, dile "pues explícamelo." De ese modo seréis dos para buscar una solución, no uno.
Fijaos en lo que he dicho en el párrafo de antes. "Especialmente si se le da importancia" Tú puedes tener diez años más que tu pareja, pero si ambos os tratáis como adultos, es decir, como personas capaces de razonar y entender, entonces esos diez años sólo tendrán influencia en el tema físico (todos sabemos que el cuerpo de un hombre de 50 no funciona igual que a los 40) pero no en el mental, que es lo que más va a importar a la hora de vivir en pareja, y de hecho para vivir en sociedad.
Todas las personas son personas, algunas son mejores que otras (ya hablaremos algún día sobre el bien y el mal y ser mejor o peor) y a algunas las queremos tener más cerca que a otras. O dicho de otra forma, estamos más dispuestos a pagar el esfuerzo de estar cerca de algunas personas que de otras.
Lo que en definitiva quiero decir con todo esto, es que tanto a los niños como a los adultos, tanto a nuestras parejas como a nuestros compañeros de trabajo (jefes o subordinados), a todos tenemos que tratarles como a personas, como a seres con capacidad de razonar, y recordar que todos tienen sentimientos (salvo los sociópatas, pero ya hablaremos de ello en otra ocasión, son peores que animales) Todas las personas necesitan sentirse valoradas tanto laboral como socialmente, y puede estar en nuestra mano ayudarles a ello sólo con expresarnos con educación, honestidad, sinceridad, y escuchando, soportando o rebatiendo sus argumentos.
La palabra es algo que no es exclusivo de los humanos (todos los animales se comunican entre sí de un modo más o menos elaborado), pero es con los humanos con quienes debemos entendernos, así que usemos nuestros métodos de comunicación para comunicarnos de forma efectiva y de forma que las personas de nuestro alrededor mejoren como nosotros mismos queremos mejorar. Si valoramos a los demás, los demás nos valorarán como "una persona con la que se puede hablar, inteligente, honesta, clara"
Valorad los pensamientos de los demás. Algunos puede que no lo aprecien pero ni les dañará a ellos ni a nosotros; los que sí lo aprecien mejorarán vuestra vida.