jueves, 24 de julio de 2014

Estudio

Suspiré en silencio, frotándome los ojos.
Ni siquiera sé cuánto tiempo llevo aquí, mirando el libro, haciendo diagramas, tratando de entender qué demonios quería decir el autor con sus abreviaturas y sus símbolos, por no hablar de su letra y su pobre latín, que mezcla con griego casi como si, a falta de vocabulario de uno, pudiera utilizarse el otro.
Es mucho más sencillo aprender estas cosas cuando te las enseña otra persona: puedes pedirle más explicaciones, quizá otro modo de ver las cosas, puede corregirte los gestos en lugar de sólo ir probando...
Hacer los gestos tal como los dibuja este autor deja demasiado espacio a la experimentación, por no hablar de la visualización. ¿Cómo se supone que debo visualizar el sabor de "la telaraña etérea entre corazones"?
Echo la silla hacia atrás resoplando, la llama de las velas se agita sin saber qué hacer y me quedo quieto, antes de que acabe apagándolas con mis descuidos.
Me pongo en pie y doy la espalda a la luz de la mesa, dejándome cegar por la oscuridad del resto de la habitación. En días como estos recuerdo la sensación del aire libre y el campo, toda mi infancia, y me pregunto qué habría pasado si hubiera podido seguir allí, aprender de mi padre a labrar las tierras, cuidarlas, a averiguar el tiempo que va a hacer y si la cosecha será buena.
Aunque, por otro lado...
Por otro lado, lo que puedo acabar aprendiendo aquí es más de lo que podrían imaginarse mis padres cuando me vendieron como criado a mi maestro. Aprendo cómo funciona el mundo. Cómo funciona la existencia, nada menos, y cómo tocarla y adaptarla a cómo quiero que sea. Es condenadamente difícil, claro, pero ¿cuántas otras personas pueden aprender a hacer cosas como...? Como el hechizo que he estado intentando descifrar durante los últimos días, "invenis amici". Es sencillo comparado con lo que podré llegar a aprender, pero, por lo que dice mi Maestro, me permitirá encontrar amigos, amigos de amigos, amigos de amigos de amigos y así sucesivamente, según cuánto practique mi concentración. ¡Y es de los sencillos! Cuando acabe la époco de la percepción empezaré la de la destrucción, luego la modificación y por último la creación, la más difícil.
Respiro hondo. Aún no siento sueño, aunque si un dolor de cabeza naciente. Estudiaré un rato más, quizá se me ocurra el camino para entender correctamente al autor...
Sólo un poco más

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