Hace bastante que no escribo por aquí, así que voy a hablar de un viaje al que mi novia me llevó hace poco.
Un día estaba ella mirando destinos y horarios de autobuses porque tenía que ir a Guadalajara, y encontró un pueblo al que pensó que me haría gracia llevarme. El pueblo se llama Tórtola, como mi apellido.
Lo cierto es que para cuando llegamos no sabía nada del pueblo (ella lo hizo una sorpresa), y ella tampoco sabía mucho más, aparte de había un puente romano y un meandro del río que llamaban "la hoz de Tórtola" (lo cual me recuerda que mis abuelos eran huertanos y hoces no es que falten allí)
Era todo lo que esperaba de un pueblo de cuyo nombre no había oído hablar en mi vida a pesar de estar a menos de una hora en bus. Es decir, que no era mucho.
En el lugar estaban construyendo duplex (probablemente para venderlos a precio de oro, o intentarlo), pero a pesar del nuevo ladrillo, el pueblo no era demasiado grande.
Tampoco es que hubiera mucha gente a la vista (casi nadie), a pesar de que fuera sábado (se supone que la gente va al pueblo los fines de semana)
La iglesia, en el punto más alto, no era especialmente bonita ni bien conservada, y el párroco que la atendía daba misa en varios otros pueblos cercanos, lo que puede dar idea de la afluencia de público.
¿Y el puente romano? Pues depende. Algunos decían que a dos kilómetros, otros que a tres y alguno que a siete. Como tampoco teníamos más que hacer, pues nos pusimos a caminar por el campo a ver si nos acercábamos al puente y lo veíamos, que tampoco es tanta distancia. Pero claro, hacía buen día, los prados estaban verdes y alegres (¿Cómo puede estar alegre un prado? Bueno, lo parecían) y la brisa y el silencio eran muy agradables, así que nos tumbamos debajo de unos almendros y nos pusimos a vaguear y relajarnos. Habíamos desayunado bien, así que cuando nos levantamos eran ya las cuatro de la tarde. Nos volvimos al pueblo y allí buscamos un sitio para comer. Nos metimos en uno de los dos bares que hay (uno que está enfrente de una tienda de comida), donde, aunque la cocina estaba cerrada, nos prepararon unos bocadillos de bonito con pimientos que nos sentaron muy bien, bien acompañados por un par de claras.
La verdad es que fueron bastante amables, se ofrecieron a ir a buscar más pan por si no había suficiente, pero no hubo necesidad.
En la tienda de comida compramos chocolate (el de miel es interesante pero los que más me gustaron fueron el de naranja y el de pasas, con diferencia) y miel (Buenísima, muy densa, mejor que cualquiera que haya probado antes) que hacían allí cerca, en Guadalajara, en plan artesanal.
Y no hubo más. La verdad es que el pueblo no era mucho, pero fue un día agradable y la compañía era muy buena.
En fin, no es que haya escrito mucho, pero tampoco había mucho que escribir, a pesar de lo cual fue un día muy bueno el que pasé con mi novia en Tórtola. Besos para ti, Alicia, y unas fotitos para que veáis el potencial del pueblo.
La prueba de que estuvimos en Tórtola
La prueba de que mi novia estaba conmigo
Este es uno de los campos alegres
Y aquí, una vista general de Tórtola