miércoles, 23 de abril de 2008

Tórtola

Hace bastante que no escribo por aquí, así que voy a hablar de un viaje al que mi novia me llevó hace poco.

Un día estaba ella mirando destinos y horarios de autobuses porque tenía que ir a Guadalajara, y encontró un pueblo al que pensó que me haría gracia llevarme. El pueblo se llama Tórtola, como mi apellido.

Lo cierto es que para cuando llegamos no sabía nada del pueblo (ella lo hizo una sorpresa), y ella tampoco sabía mucho más, aparte de había un puente romano y un meandro del río que llamaban "la hoz de Tórtola" (lo cual me recuerda que mis abuelos eran huertanos y hoces no es que falten allí)

Era todo lo que esperaba de un pueblo de cuyo nombre no había oído hablar en mi vida a pesar de estar a menos de una hora en bus. Es decir, que no era mucho.

En el lugar estaban construyendo duplex (probablemente para venderlos a precio de oro, o intentarlo), pero a pesar del nuevo ladrillo, el pueblo no era demasiado grande.
Tampoco es que hubiera mucha gente a la vista (casi nadie), a pesar de que fuera sábado (se supone que la gente va al pueblo los fines de semana)
La iglesia, en el punto más alto, no era especialmente bonita ni bien conservada, y el párroco que la atendía daba misa en varios otros pueblos cercanos, lo que puede dar idea de la afluencia de público.

¿Y el puente romano? Pues depende. Algunos decían que a dos kilómetros, otros que a tres y alguno que a siete. Como tampoco teníamos más que hacer, pues nos pusimos a caminar por el campo a ver si nos acercábamos al puente y lo veíamos, que tampoco es tanta distancia. Pero claro, hacía buen día, los prados estaban verdes y alegres (¿Cómo puede estar alegre un prado? Bueno, lo parecían) y la brisa y el silencio eran muy agradables, así que nos tumbamos debajo de unos almendros y nos pusimos a vaguear y relajarnos. Habíamos desayunado bien, así que cuando nos levantamos eran ya las cuatro de la tarde. Nos volvimos al pueblo y allí buscamos un sitio para comer. Nos metimos en uno de los dos bares que hay (uno que está enfrente de una tienda de comida), donde, aunque la cocina estaba cerrada, nos prepararon unos bocadillos de bonito con pimientos que nos sentaron muy bien, bien acompañados por un par de claras.

La verdad es que fueron bastante amables, se ofrecieron a ir a buscar más pan por si no había suficiente, pero no hubo necesidad.

En la tienda de comida compramos chocolate (el de miel es interesante pero los que más me gustaron fueron el de naranja y el de pasas, con diferencia) y miel (Buenísima, muy densa, mejor que cualquiera que haya probado antes) que hacían allí cerca, en Guadalajara, en plan artesanal.

Y no hubo más. La verdad es que el pueblo no era mucho, pero fue un día agradable y la compañía era muy buena.

En fin, no es que haya escrito mucho, pero tampoco había mucho que escribir, a pesar de lo cual fue un día muy bueno el que pasé con mi novia en Tórtola. Besos para ti, Alicia, y unas fotitos para que veáis el potencial del pueblo.


La prueba de que estuvimos en Tórtola

La prueba de que mi novia estaba conmigo

Este es uno de los campos alegres

Y aquí, una vista general de Tórtola

viernes, 11 de abril de 2008

Becas ICEX

Finalmente me he decidido a escribir un poco sobre las becas de ICEX
Para el que no lo sepa, ICEX significa Instituto español de Comercio EXterior. Básicamente es una organización que ayuda a empresas españolas a salir a mercados extranjeros. Informa, asesora y facilita la formación de gente para poder hacer negocios con empresas de otros países o distribuir allí cosas de aquí. Tenéis más información sobre ellos aquí

El caso es que ofertan becas de varios tipos (para periodistas, las de internacionalización, las de informática...) , y ahora viene la parte larga:
Nos remontamos a las navidades de este año. Después de acabar la universidad, estando trabajando, con novia, etc me había acomodado demasiado. Es cierto que el último año trabajaba, estudiaba y no tenía demasiado tiempo libre aparte del justo y necesario para que mi novia no me dejara por aburrimiento, pero el caso es que dejé mis estudios de japonés aparcados y lo puse como si fuera un hobby. Pero todo cambió en navidades. Me di cuenta de que con trabajo, novia, familia, amigos y todo lo que tengo en España, quiero aprender japonés. Quiero ir a vivir y trabajar en Japón. Así que decidí que me iba a poner a estudiar y le iba a dedicar diez horas cada semana a estudiar japonés.
Lo empecé a hacer y a planear un primer viaje a Japón para este verano, empecé a mirar páginas de búsqueda de trabajo en Japón, alojamiento para extranjeros (alquilar allí tiene alguna complicación) y academias para aprender más japonés allí. Y entonces me avisaron que ICEX había convocado las becas para informática, que uno de los 74 posibles destinos era Tokyo, y que el plazo de inscripción acababa el viernes 11 de abril. La noticia me llegó el jueves 10 en un email, así que corre que te corre a leer la convocatoria, enterarse un poco de la beca y hacer la inscripción.
Hay que pasar tres pruebas para la beca.
La primera es un examen de informática, principalmente preguntas de mantenimiento y configuración de equipos, redes de oficina y demás. Eso supongo que es una pista de las necesidades del puesto.
La segunda es un examen de inglés, tanto oral como escrito, basado en textos científicos, económicos, periodísticos, sociales o lo que sea. Al fin y al cabo el inglés es el segundo idioma más aprendido, con lo que su utilidad es clara cuando se va a trabajar fuera de España.
La tercera prueba es una entrevista personal. Lógicamente, quieren estar seguros de que si envían a alguien a Nueva Delhi no va a rechazarlo, ir primero y largarse a los dos meses, etc, porque eso supone a ICEX pérdida de tiempo y dinero.
Para que veáis cómo son las cosas, se presentaron unos 260 candidatos al examen de informática, y la diferencia entre las puntuaciones del primero al último está en unos 20 puntos (sobre la nota final, global, de 100) El exámen de inglés son 20 puntos, con lo que a la lista le puede dar la vuelta de arriba abajo, además de que reducirá el número de candidatos a 200.
La entrevista vale 30.
Si 20 puntos te pueden llevar de un puesto a otro de 200 personas, imagina 30. Es decir, que en una situación normal, en la entrevista se decide todo.
Lo cierto es que no tengo muchas papeletas para ir a Tokyo. Mi nota en informática fue más bien media, y tampoco soy un superdotado con el inglés (aunque habrá que esperar a que salgan las notas de ese examen el viernes 6), por lo que es precisamente la entrevista lo que puede decidir si me dan la beca y me quieren destinar a Tokyo, o no hacen ni una cosa ni la otra.
La cosa está difícil porque hay dos candidatos que sí hablan japonés, y habrá un montón que quieran ir allí. A muchos les atraerá, como a mí, el propio país. Pero nos juntaremos con los que piensen que, siendo la asignación más alta de la beca (por encima de 40.000€), merece la pena estar en la otra punta del mundo.
Así las cosas, no se puede hacer más que ser sincero en la entrevista y que vean que las ganas de ir a Tokyo son auténticas, y desear que no haya otro que también quiera ir sólo allí y tenga mejores resultados.
Algunos me aconsejan que pida otros destinos, que no piensen que para mí el estar en Tokyo en particular es un objetivo importante, pero creo que lo que voy a hacer es precisamente eso. Que los entrevistadores sepan que, a pesar de que mis notas no sean de las mejores, no me muevo sólo por la beca, ni por estar fuera de España un año, ni porque este harto de este país y piense que la hierba es más verde en otro lugar. Si deciden darme la beca y destinarme a Tokyo, me iré allí más feliz que un regaliz. Si no, pues seguiré haciendo el plan para ir allí por mi cuenta, y que disfrute el que se lleve ese destino.
Si pidiera otro destino, por ejemplo Hong Kong, y me lo dieran pensando que voy a aceptarlo, ICEX perdería unos días preguntando al primer suplente si quiere Hong Kong (y al siguiente hasta encontrar alguien que diga que sí), otro candidato que sueñe con Hong Kong como yo con Tokyo se quedaría sin su destino soñado y yo mismo me quedaría sin mi destino soñado. Así que no, no vale la pena mentir y decir que irías a sitios donde no irías. Bueno, es mi opinión. ¿Qué creéis?