El hombre se tambaleó hasta el sillón, se sentó con cuidado y dejó el vaso en la mesita con la atención exagerada que los borrachos ponen en las cosas más simples cuando intentan disimular. Los párpados se le caían ya sobre los ojos, pero tras sentarse cogió otra botella y se sirvió hasta cubrir los hielos.
Había varias botellas en la mesa frente a él, eran de bebidas distintas y habían estado medio vacías en el mejor de los casos, pero ya no quedaba nada. Podría haber sido un ladrón disfrutando los restos del mueble bar de la casa, pero era el dueño.
- Puedo hacer lo que quiera - dijo con voz pastosa, a sí mismo.
Intentó destapar con el pulgar un botecito de plástico y tiró algunas pastillas cuando la tapa saltó de pronto.
- M' cago' n - dijo mientras doblaba el cuerpo trabajosamente para recogerlas. Cuando se levantó, su cara se había congestionado sólo con ese esfuerzo, y se repantigó en el sillón con un suspiro de placer. Deslizó la vista hasta las pastillas recogidas, luego al vaso, para cogerlo con cuidado, frunció los labios y la punta de la lengua asomó entre ellos un instante con fruición antes de tomar un sorbo. Lo paladeó mirando al techo y aprobó el sabor con un gruñido. Luego puso las pastillas en su boca y las ayudó a bajar con un trago de verdad.
- ¿Qué estás haciendo? -
No se había dado cuenta de la llegada de la mujer, pero cuando fue a por hielo al congelador no estaba en el piso y ahora apoyaba su espalda en la estantería. Apenas se distinguían sus rasgos en la oscuridad de la habitación, sólo por algo de luz de las farolas de la calle filtrándose por las cortinas se
- No sabía que habías venido. Estoy tomando algo. -
- ¿Algo? - preguntó la mujer, mirando acusadoramente las botellas vacías - Eso no es algo, es mucho. -
- Tampoco es que esté haciendo daño a nadie. -
- A ti mismo, para empezar. -
- Bah - dijo el hombre, encogiéndose de hombros
- ¿Es que te da igual? -
El hombre le dirigió una mirada cansada, intentando mantener los párpados abiertos. Frunció los labios, pensando si debía responder o no, y decidió que daba lo mismo. Perdió la mirada en la pared más allá del televisor apagado.
- Pues más bien sí. -
La mujer no sabía qué responder.
- Estoy solo, no tuvimos hijos a los que tenga que cuidar, educar o dar un buen ejemplo, así que no soy responsable de nadie salvo yo mismo. - Su voz sonaba enfadada, los ojos brillaban.
Tomó otras pocas pastillas directamente del bote y las tragó con ayuda de la bebida.
- Ahora es mi casa. - musitó - Sólo yo. Y mi vida. Sólo mías. - Las lágrimas escaparon de sus párpados y resbalaron por sus mejillas. Parpadeó lentamente y volvió a mirar a la mujer, pero se había ido. Sólo quedaba su foto en un marco en el estante, detrás de donde estuvo su cara.
- Llegas sin avisar, te vas sin avisar... - susurró el hombre. Otro trago, terminando el contenido. Los hielos tintinearon cuando dejó el vaso en la mesita al lado del sillón. Miró hacia la puerta, con una irritación sin fuerza.
- Sólo yo. Yo solo.- susurró.
Parpadeó lentamente una vez más, los ojos cada vez menos abiertos.
Lentamente, la cabeza cayó sobre el pecho.
Lentamente, dejó escapar el aire.
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