Cierra los ojos.
Mira el bosque. Esta noche la neblina forma remolinos a los pies de los árboles, reptando sobre el suelo. Una alfombra de hojas caídas deja en silencio los pasos cortos, dubitativos, que das. ¿Dónde está el pueblo? La humedad del aire lo hace frío, y antes de una hora estarás temblando, tienes que llegar al pueblo o puede que no vivas para ver otro día, pero ¿en qué dirección debes ir?
La luna está llena, pero las ramas de los árboles dividen y debilitan su luz, dando a la neblina un aspecto fantasmagórico. Sus remolinos te hacen pensar que cada brizna le dice a la siguiente dónde estás. Es un pensamiento estúpido, en realidad, pero esa es la sensación: el bosque entero sabrá que estás ahí.
Y entonces aparece una luz, lejos, adelante y un poco a la derecha. Un débil punto de luz blanca. Una linterna tendría un foco, pero una vela sería anaranjada, no esa luz fría... Puede que sea efecto de la neblina, y la luz de la luna. Tiene que ser alguien que ha salido ha buscarte, llevarte a la ciudad, o al menos a un lugar donde no tengas frío o la preocupación y el miedo por morir a solas en el bosque. Nadie debería estar solo. Pero aún así...
Alguien dijo que hay fantasmas en este bosque. Sólo es una historia estúpida, nada más. Fantasmas de las personas que se perdieron y murieron, cuyos cuerpos nunca se encontraron, y dicen que encienden velas para guiar a otros que se pierden hasta ellos, para que otra persona muera allí y así dejen de estar solos. Para siempre.
Sólo es una historia tonta. Esa vela debe ser una persona. Eres demasiado mayor para creer en historias de fantasmas. Deberías ir hacia la luz.
¿No?
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