viernes, 28 de noviembre de 2008

El destino

La existencia del destino puede ser un consuelo o una cuestión mortificante, según qué persona lo vea y cómo.
A algunos puede molestarles la idea de que no son dueños de sus propias decisiones, de que otros ya han elegido por ellos y que, por tanto, su voluntad no es más que una ilusión.
A otros, sin embargo, les puede consolar el pensar que sus fallos, sus malas decisiones, las apuestas que hacen y no salen bien... que esos problemas, al estar la causa en el destino, y no en ellos, no son realmente fallos "suyos", sino que son algo que ya estaba decidido que ocurriera, quisieran ellos o no.
Pero, y si realmente no estuviera "decidido" en el sentido de "acción voluntaria" sino "determinado", tan determinado como la existencia de la fuerza de la gravedad, las dimensiones (distancia, tiempo, masa, etc) y las demás cosas que hacen que los cuerpos caigan hacia abajo (en realidad no es "abajo" porque no existe un "abajo" más que en referencia al cuerpo hacia el que cae...), que el fuego emita calor, que el agua moje... Si estuviera determinado lo que hacemos por una serie de variables y de fórmulas, ¿qué podríamos pensar?

¿Estarían felices los partidarios de la voluntad? Seguirían sin estar controlando sus acciones. Seguirían estando determinadas, aunque al menos no sería la voluntad de otro, sino un conjunto de leyes como las de la física. Tan inmóviles, tan indiferentes. Sería más desesperante si cabe, porque incluso las más pequeñas acciones, las decisiones más carentes de importancia, también estarían determinadas igualmente, de forma que nada, absolutamente nada, dependería realmente de su voluntad. No caminarían por una ancha senda en la que, aunque no puedan elegir el final, sí pueden elegir si van por la derecha o por la izquierda, sino que se verían constreñidos sin ningún espacio para decidir.

¿Y los que se consuelan? Seguirían sin cometer "sus" errores, pero éstos ya no serían parte de un plan. No habría un objetivo último, ni una promesa de "todo mejorará", "dios te premiará por tus sufrimientos", "te será compensado"... No hay una voluntad, no hay un objetivo. Sólo hay una serie de leyes que no pueden saltarse. Hay un motivo por el que sufren, hay una causa, pero no un objetivo. Cuando se preguntaran "¿por qué me pasa esto?", la respuesta sería algo como "Por la unión de una serie de "fuerzas" numerosas, independientes, que la ciencia aún no ha podido medir y, en su mayoría, ni siquiera identificar; esas causas se han relacionado a través de ecuaciones que tampoco se conocen (aún), y el resultado final es que a ti te ha pasado esto."
Pero claro, esto no es lo que realmente preguntaba esta pobre persona. No quería saber la causa, así que dice "Me refiero a ¿para qué? ¿qué debe conseguirse que necesite que yo lo pase mal por esto?" Y entonces la respuesta sería "Para nada." Punto. No hay objetivo. No hay "para qué". Es como preguntarse "¿para qué las cosas caen hacia abajo?"

Un dado. Eso es completamente aleatorio, y si hay aleatoriedad, entonces hay posibilidades de decisión, de romper esa definición. Sin embargo, el resultado de tirar un dado depende de la posición inicial del dado, de cómo se tire, de la distribución de masa en el dado, de la humedad, la temperatura, la presión, de la superficie donde se lance... Y ni siquiera está al alcance de nuestra mente calcular cómo afectan esos factores al resultado, ni podemos asegurar que, por muchas variables que encontremos, las hayamos encontrado todas. ¿Cuántas cosas se nos escapan? Así que no, no hay dado. No hay aleatoriedad. No está esa salvación.

¿Y la voluntad? ¿Y los sentimientos? Ambas pueden estar dependiendo de nuestra configuración genética, los hechos que han ocurrido en nuestra vida hasta el momento de tomar una decisión, el tipo de personas que hemos conocido, nuestra relación con ellas, nuestro estado anímico, la educación recibida, el resultado de "decisiones" pasadas... Algunas de las cosas que he nombrado son variables (en sentido matemático), como los genes; en cuanto que están establecidos. Otras son el resultado de otra serie de causas, pudiendo algunas remontarse tan lejos como podamos imaginar, como la educación recibida. Esa educación depende de quienes nos la han dado, que, entre otras cosas, dependen de la que recibieron a su vez, y así podemos remontarnos hacia atrás hasta el inicio, que a su vez fue producto de una evolución, que a su vez...

Y son cadenas de causas y efectos tan largas, tan complejas, que nuestra mente se ve incapaz de absorberlas. Y entonces podemos hacernos otra pregunta:
¿Realmente importa?
No podemos calcular esos resultados, no podemos entender porqué tomamos las decisiones que tomamos. ¿Y qué? Eso no evita que suframos por nuestros errores y disfrutemos con nuestros triunfos. El no entender el porqué no nos impide vivir las consecuencias. Puede que prefieras creer en el destino por cierto nivel de incapacidad de aceptar tus propios errores y tu propia responsabilidad en ellos. Puede que prefieras no creer en esta determinación como una forma de creer en tu propia voluntad, como signo de tu independencia y fortaleza con respecto a los demás. Puede que tengas razones para no creer que hay razones para que pienses así, que escapan a nuestra comprensión. Pero, aunque el mundo sea una ilusión, esa ilusión tiene suficiente fuerza para afectarnos, y eso significa que, sean nuestras propias decisiones o no, vivir sigue siendo interesante. Tener la ilusión de decidir sigue siendo interesante. Un libro ya está escrito, pero sus personajes viven la ilusión de que no es así. Y por eso su historia es maravillosa, porque aunque todo ya esté determinado, los protagonistas no lo saben.

Dónde estoy y qué hago puede que este determinado. Pero eso no significa que carezca de importancia.
Y lo mismo ocurre en vuestro caso.

lunes, 24 de noviembre de 2008

El olvido

Se me ocurrió pensar que a veces las heridas en las emociones se parecen a las físicas. No por la gravedad ni la obviedad, por supuesto, sino por el entumecimiento, el dolor que se va pasando, la incapacidad...

Igual que después de darse un martillazo por descuido mientras clavas una alcayata en la pared, sientes el dolor pero también sientes que no responde. En ese momento podrías no tener dedo, o tenerlo roto, porque en lugar de la sensación del dedo al final de la mano, si cierras los ojos, sólo notas el dolor en esa zona. Luego te vendas, te escayolan o lo que haga falta, y estás sin usar esa mano unos días, mientras se te pasa. Poco a poco se te cura, te vas olvidando, te quitas las vendas porque "ya casi está". De vez en cuando se cae algo sobre tu mano, o tienes que hacer más fuerza de la que esperabas al coger una bandeja o un paquete, y el dolor te advierte que aún no está curado del todo. Volverás a usar esa mano sin ningún problema, aunque al principio te notes más torpe. Quizá te duela cuando llueva. Quizá olvides del todo aquel golpe.

¿Y con las emociones? Te llevas un golpe, intentas aguantarlo porque no hay más que puedas hacer. Pasas el tiempo mientras tratas de no pensar demasiado en ello, no darle demasiadas vueltas, y dejar que se vaya olvidando. Y un día te da la impresión de que has olvidado cómo hacer algo por haber estado dejándolo de lado. La candidez y la confianza en personas, en situaciones, la esperanza y el deseo de sentir emociones con pureza, sin plantearte si puedes dejarte llevar o no. Sin llamarte la atención a ti mismo y decir "Cuidado, quieto y despacio" Sin la capacidad de no pensar esas cosas, como años atrás, cuando parecías pensar que todo era fácil y bonito, que todo salía bien.

"Cuidado. No te confíes. No te dejes llevar."
"Otra vez no."
Y acabar respondiendo "Tranquilo, ya no puedo."

miércoles, 12 de noviembre de 2008

El valor de las ilusiones

A veces he tenido la impresión de que las ilusiones sólo valen para sentir que pierdes algo que ni siquiera tenías. ¿Cuántas veces sentimos ilusión por algo y cuántas veces se cumple esa ilusión? ¿Cuántas veces tenemos que fallar antes de acertar?

Y a pesar de todo, la vida sin ilusiones carece de sentido. Sin una ilusión, cualquier lugar parece bueno, cualquiera parece tener lo mismo que ofrecer: la posibilidad de cambio.
Y parece que el lugar es lo que tiene asociada esa posibilidad de cambio, aunque en realidad lo que nos falta no sea algo que esté en la tierra, sino algo que crece en nosotros mismos, algo que nos hace proyectarnos hacia el exterior.
El deseo de trascendencia creo que es más común de lo que puede parecer. Si no me equivoco, era Unamuno quien dijo “Si no hay vida tras la muerte, entonces ningún esfuerzo tiene sentido” El deseo de que las propias acciones tengan un resultado en los demás, cambiar el mundo, cambiar a la gente... quizá es más necesario para las personas de lo que parece. Quizá ahora que los periódicos y los telediarios están llenos de jóvenes que conducen bebidos y se matan, de chavales que mueren a navajazos por discusión y alcohol en una discoteca, de estadísticas sobre consumo de alcohol y drogas... Tantos jóvenes que parece que no tienen más ilusión que salir, beber y distraer sus horas, parece que no tienen ese deseo de expansión.

[En cuanto a las estadísticas de alcohol y drogas, hace poco salió que la edad media de inicio al alcohol eran los 17, aunque mucho me parece, y a la cocaína los 21. Y que aunque ya no se bebe tanto alcohol, en comparación con el resto de Europa, España sigue siendo de los países en los que más coca se consume]

¿Y si no fuera así?
Hace poco releí Siddharta, de Herman Hesse. En uno de los capítulos, cerca del principio, Siddharta, un príncipe entre los brahmanes, se va con unos anacoretas que ayunan y mortifican el cuerpo, acompañado de su amigo Govinda. Pues bien, tras estar un tiempo con ellos y aprender sus modos, habla con Govinda y le dice:
- Lo que hemos aprendido aquí, podríamos haberlo aprendido antes en las tabernas, rodeados de arrieros y prostitutas -
Govinda lo niega, obviamente los modos de los anacoretas y de los arrieros son distintos, pero Siddharta quiere centrarse en el objetivo: el olvidarse de uno mismo. Según él, el objetivo es el mismo para ambos, olvidar el propio cuerpo, las propias preocupaciones.

Quizá sea ingenuo por mi parte y no haya nada, ni siquiera subconscientemente, que impulse ese comportamiento de salir y beber cada fin de semana (es decir, cada vez que pueden pasar el día siguiente de resaca en lugar de trabajando), pero a veces pienso que es precisamente la carencia de esperanza en esa trascendencia lo que impulsa a las personas a comportarse así.
Por supuesto, todos conocemos a los bebedores sociales, sales por ahí y te tomas una cerveza con los amigos, o varias. Quizá incluso vuelvas borracho a casa. Pero el objetivo es estar con unos amigos. No es pillarse una curda, no es “beber acompañado, que beber a solas es de alcóholicos”
¿Habéis sentido alguna vez que necesitáis encontrar el interruptor para apagar vuestro cerebro? ¿O vuestro corazón? Sólo por unas horas, descansar un poco y encenderlo de nuevo más tarde.

La desilusión puede ser horrible. Cuando parece que sólo la inercia te sigue llevando hacia delante. Cuando lo que te mantiene caminando es decirte “ya llegara de nuevo, ya habrá algo que me ilusione otra vez” a pesar de que no te lo creas mucho.

Este no es un post de desánimo, sino una reflexión para que valoremos nuestras ilusiones, y las de los demás, aunque no las compartamos, como se merecen.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Fidelidad y sometimiento

Ayer, en una de estas tertulias mañaneras (creo que era “Herrera en la Onda” o algo así), una de las personas que van ahí a hablar y que les escuchen ha dicho, hablando de Obama y su reciente victoria, que le apoya pero no va a darle su fidelidad porque nunca le ha gustado la palabra “fidelidad”, que la ve como sometimiento.

No me importa el contexto de las elecciones, sino esa identificación de fidelidad y sometimiento, y me ha dado por pensar. Puestos a informarme, porque a lo mejor mis ideas sobre ambas palabras son las que están equivocadas, he mirado en la rae http://www.rae.es la definición de ambas palabras. Por suerte para mí, significaban lo que pensaba. En particular que “someter” es una acción que se realiza sobre otra persona, mientras que la fidelidad sale de uno mismo.

Aunque en cierto modo sí puede haber algo de relación vista desde el exterior. En ambos casos parece que una persona deja a un lado algunos de sus objetivos, sueños, deseos o lo que toque, por otra persona. La diferencia es más interna, requiere mirar más de cerca y hablar con esa persona, ya que la diferencia es precisamente de quién es la voluntad que hace que se dejen a un lado esas cosas. Una persona sometida no usa su propia voluntad para alejarlas, sino que es la voluntad de quien le somete, algo externo. Una persona fiel, leal, decide por su propia voluntad, con libertad. A veces, ni siquiera tiene la aprobación de la persona a la que quiere mostrar fidelidad.

¿Qué es lo que hace que una persona ofrezca su fidelidad, su lealtad?
¿El amor? ¿La admiración? ¿La amistad? No sé hasta que punto. Quizá sea suficiente tener ilusión, esperanza o deseo depositado hacia alguno de esos sentimientos, salvo la admiración, claro. Dejo aparte la admiración porque de esas tres emociones es la que no necesita un equilibrio en la respuesta. Ni siquiera necesita una respuesta.
Quizá el ofrecer esa lealtad sea un primer paso hacia sentimientos más profundos. Una forma de decir “Valoro eso. Valoro la posibilidad de una amistad entre nosotros (u otro tipo de relación) y esta es mi forma de demostrarlo”

Quizá eso tiene más sentido de lo que parece. Quiero decir, el valor de una amistad va aumentando poco a poco, al ir haciéndose más fuerte, y cuanto más aumenta, más lealtad hay invertida.
Y más desilusión si esa lealtad se ve traicionada.

A veces me pregunto si la lealtad o la fidelidad es algo que se mantenga en el mundo real, y no sólo en las historias, las leyendas, los libros o las películas... Quiero decir, aunque no sea sometimiento, aunque venga de uno mismo, sigue siendo un lazo con otra persona, y un lazo que, aunque sea por propia voluntad, te hace dejar de lado cosas que tienen importancia para ti mismo, a pesar de que sea por la importancia que para ti tiene ese lazo. Pero a lo que voy es a que es un lazo, es algo que te ata, es dejar de lado algo que te importa. Y en el mundo de hoy en día, en el que parece que es cada vez más fácil despegarse del propio entorno, ¿qué valor positivo puede tener una atadura?

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Cosas que pasan...

O me paso semanas sin escribir o me tiro una semana escribiendo casi todos los días, me falta constancia; pero es que ayer me pasó una cosa que os tenía que contar, bueno realmente no me sucedió a mí directamente si no a uno de mis vecinos.

Ayer pasó la inspección del contador de Gas por mi edificio, llamaron a mi puerta, les abrí y tomaron lectura del contador; una hora después volvieron a llamar a la puerta, una vez al timbre y varias veces con los nudillos, como yo estaba hablando por teléfono cuando fui a abrir ya se habían ido. Hasta aquí todo normal.

Sobre las siete y media aproximadamente llaman a la puerta dos policías y me entero de que seis más están recorriendo el edificio en busca de un ladrón, que puede estar metido en una de las casas. Según parece un hombre estaba llamando a las puertas buscando una persona mayor, para en un descuido de esta colarse a robarle; pero la cosa no acaba aquí ya que mi vecina no abría la puerta de casa, a la llamada insistente de la policía, que sospechaba que allí podría cobijarse el ladrón, de película, los vecinos intentando localizar a la familia, la policía pidiendo una orden para entrar por teléfono. Al final la nieta apareció, abrió la puerta, la policía entró y se encontraron a la pobre mujer asustada por no saber que pasaba, pero sin rastro del ladrón que ni siquiera había entrado en la casa. Todo se quedó en un susto y al ladrón no pudieron encontrarlo, ya que huyó antes de que llegaran los coches patrulla.

Así que ya sabéis, por si no lo sabías a estas alturas, tened cuidado cuando abráis la puerta y avisad y cuidad a vuestros mayores ya que son las victimas potenciales de esta gentuza.

Un saludo y cuidaos todos.

martes, 4 de noviembre de 2008

Aseguradoras vs ciudadanos

Hoy os escribo por que me ha llegado un correo de un amigo que es bastante curiosa, en cuanto a la práctica de las aseguradoras respecto a los seguros; espero que os instruya como ha hecho conmigo; os lo transcribo:

Recientemente he adquirido una hipoteca joven con CajaMadrid, y como suele ser habitual, lleva asociado el adquirir un seguro de hogar y otro de vida; Como en mi caso somos dos personas las que adquirimos la vivienda, hemos solicitado dos seguros de vida con Mapfre; Mi pareja salió ya del banco con su seguro de vida aceptado, pero el mio quedó en estudio por tener una minusvalía; Bien, ayer día 3 recibí una carta de Mapfre en la que rechazan el alta por tener dicha minusvalía (es del 65%)

¿es eso legal? ¿se puede hacer algo?

Comentar que el banco me ha comunicado que el rechazo no va a influir de ningún modo en la hipoteca y que el único requisito es solicitar dicho seguro, si la empresa lo rechaza es otro tema.

Yo por mi parte no pienso contratar nunca nada con dicha compañía, y espero que todo el que me lea tome nota de ello